Socializar la energía Lecciones de las campañas radicales de vivienda en Alemanial
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Para recuperar el impulso perdido para una transición energética, los defensores de la justicia climática y energética pueden aprender del victorioso referéndum de los berlineses en apoyo de la expropiación radical de la propiedad de empresas inmobiliarias en 2021. Este no solo obedeció a una estrategia que hacía recaer los costos sobre las empresas y no sobre las personas, sino que también va más allá de la propiedad pública tradicional para explorar modelos de participación popular.

Illustration by Matt Rota©

Socialización, remunicipalización y el movimiento de expropiación de Berlín
La resistencia a la privatización es tan antigua como el propio neoliberalismo. Aunque numerosas remunicipalizaciones exitosas y batallas defensivas han logrado frenar la embestida neoliberal contra la propiedad pública en Alemania, la izquierda sigue encontrándose a la zaga (Cumbers y Paul, 2022). Sin embargo, el 26 de septiembre de 2021 marcó un punto de inflexión significativo cuando la trayectoria de las batallas contra los efectos perjudiciales de la propiedad privada comenzó a cambiar. La campaña “Expropiar Deutsche Wohnen & Co.” triunfó en un referéndum en la ciudad-estado de Berlín que abogaba por la expropiación de todas las empresas privadas de vivienda que poseyeran más de tres mil viviendas en la ciudad. Para sorpresa de muchos observadores y participantes, una mayoría decisiva del 59,1 % de los votantes apoyó la resolución pro- puesta por la iniciativa, que había encabezado una impresionante campaña durante tres años. Esta campaña galvanizó a varios miles de berlineses y los transformó en activistas comprometidos con el desmantelamiento del dominio de las colosales corporaciones financiarizadas sobre el mercado inmobiliario de Berlín.
Los activistas lograron un éxito rotundo y desde entonces no han cejado en su empeño de garantizar que se respete la voluntad de los berlineses y se lleve a cabo el referéndum. Su lucha persiste, ya que los representantes de los sectores inmobiliario y de la construcción están bien coordinados. A pesar de la mala reputación del sector inmobiliario privado entre los inquilinos berlineses, el Partido Social-demócrata (PSD), en el Gobierno de Berlín, lo considera un socio aceptable. La aversión del PSD a la expropiación es tan fuerte que, tras su reelección en 2023, optó por formar una coalición con los conservadores en lugar de continuar la alianza progresista con los verdes y, sobre todo, la izquierda (partidarios de la socialización). El movimiento se mantiene firme en su lucha por la aplicación del resultado del referéndum, a través de organizaciones de inquilinos, manifestaciones y otros medios.
La iniciativa de Berlín tiene su base jurídica en un artículo de la Constitución alemana que no se ha utilizado en los setenta años de historia del Estado alemán (occidental). El artículo 15 de la Ley Fundamental alemana ofrece la posibilidad de socializar la tierra, los medios de producción o los recursos naturales independientemente de la voluntad de los propietarios privados. Aunque deja claro que los actuales propietarios deben ser indemnizados, la opinión de los expertos es prácticamente unánime en cuanto a que la indemnización puede ser inferior al valor de mercado. Curiosamente, especifica que la socialización significa no solo la expropiación de activos, sino también su transferencia a la economía común (Gemeinwirtschaft). Por lo general, se entiende que esto implica la democratización de la toma de decisiones y la orientación hacia el bienestar público en lugar del beneficio privado.
La campaña se basó en el creciente consenso de la sociedad alemana de que las políticas neoliberales iban demasiado lejos. Tras las campañas de privatización en Alemania desde la época del canciller Helmut Kohl en las décadas de 1980 y 1990, que se prolongaron hasta bien entrada la década de 2000, en los últimos veinte años se ha estado gestando en Alemania un potente contramovimiento a favor de la remunicipalización. Entre 2005 y 2017, tan solo en el sector energético se produjeron 284 remunicipalizaciones de infraestructuras públicas previamente privatizadas (Becker, 2017). Esta oleada fue impulsada por movimientos ciudadanos locales. En 2013, un referéndum ciudadano obligó a la ciudad de Hamburgo a readquirir toda la infraestructura de red municipal (incluida el agua, la energía y la calefacción). Los municipios rurales volvieron a adquirir redes privatizadas y formaron asociaciones municipales suprarregionales, y en Berlín y otros lugares se readquirieron algunas viviendas que antes eran propiedad del Estado. La tendencia a la remunicipalización es una señal prometedora para la reactivación de la propiedad pública de los servicios públicos y para la transformación socioecológica. Sin embargo, el impulso ha decaído en los últimos años, lo que sugiere que el punto álgido de la ola de remunicipalización puede haber pasado ya (Cumbers et al., 2022).
La lucha por la expropiación en Berlín se basa en un punto de partida político muy similar, pero va mucho más allá de los proyectos de remunicipalización. Berlín sufrió una ola masiva de privatizaciones en la década de 2000. Tras un escándalo bancario en el que estaba implicado un banco estatal, Berlín se encontró al borde de la quiebra, lo que llevó al Gobierno local a aplicar un estricto pro- grama de austeridad. Cientos de miles de apartamentos y terrenos, antes municipales se vendieron a precios vergonzosamente bajos a fondos de alto riesgo, empresas privadas o fondos de pensiones. Tras numerosas fusiones, adquisiciones y la consolidación general del mercado, estas viviendas pertenecen ahora a un puñado de grandes grupos europeos como Vonovia, Heimstaden o Adler. A principios de la década de 1990, más de quinientos mil apartamentos en Berlín eran de propiedad estatal; a finales de la década de 2000, solo quedaban 250.000 (Holm, 2022).
Los berlineses son muy conscientes de que estas corporaciones hacen poco con estos edificios, aparte de explotarlos para obtener beneficios mediante la escalada de los alquileres y las valoraciones especulativas. En consecuencia, Berlín se encuentra ahora en plena crisis de la vivienda. La ciudad tiene una gran afluencia de personas y una fuerte demanda de vivienda, una situación que las empresas privadas explotan subiendo los alquileres desorbitadamente y construyendo nuevos edificios de apartamentos caros en lugar de viviendas sociales asequibles. Como declaró la activista de la campaña Isabella Rogner en una audiencia en el Parlamento de Berlín en 2023:
Cuando evalúo los dos últimos años, mi principal observación es que la situación del mercado inmobiliario berlinés es peor que nunca para nosotros, los inquilinos. Si esta tendencia continúa, en pocos años habremos perdido la ciudad que todos ustedes, el Gobierno de Berlín, dicen defender. Tienen la oportunidad de salvar este Berlín, de preservar los hogares de millones de personas y de protegerlas del desplaza- miento. El instrumento para ello, la socialización, está frente a ustedes (Abgeordnetenhaus von Berlin [@agh_berlin], 29 de agosto de 2023).
La campaña de expropiación se centra precisamente en el evidente fracaso de la privatización de la vivienda. En lugar de intentar remunicipalizar estos apartamentos comprándolos a precios de mercado sobrevalorados y esperando que los propietarios privados estén dispuestos a venderlos, la campaña ha dado un gran paso más. Propone expropiar las grandes empresas inmobiliarias a un precio muy inferior al del mercado y, curiosamente, no devolverlas al Estado. La campaña ha presentado un concepto para la administración de los edificios que van a ser expropiados, en el que los inquilinos, así como representantes de la sociedad civil, toman las decisiones en las estructuras del consejo y el Estado solo desempeña un papel menor. Reflejando críticamente las experiencias de propiedad estatal del siglo XX, la iniciativa presenta un modelo imaginativo centrado en la democratización radical de la toma de decisiones (Deutsche Wohnen & Co Enteignen, 2023).
La socialización que proponía la campaña iba mucho más allá de los modelos clásicos de propiedad: expropiación de las grandes empresas, indemnización por debajo del valor de mercado y democratización y desmercantilización radicales. Estas ambiciosas reivindicaciones fueron el punto de partida de la campaña y triunfaron.
La iniciativa presentó un concepto que resultó convincente: desde hace mucho tiempo los berlineses han tenido buenas experiencias con las viviendas comunales o el suministro municipal de agua. Aunque distaban mucho de ser perfectas, existían experiencias políticas y organizativas con la propiedad pública de estos sectores de servicios públicos. Junto con un programa político que abordaba adecuadamente la magnitud de la crisis de vivienda de Berlín, había amplias mayorías a favor de la expropiación. En fechas tan recientes como 2018, cuando se lanzó la campaña, tal resultado parecía impensable.
En Alemania, hay conciencia de diversas formas de propiedad estatal en los servicios básicos, incluso bajo el capitalismo: las empresas municipales de agua, las escuelas estatales y las viviendas municipales forman parte de la experiencia vivida de la gente. Sin embargo, la propiedad pública rara vez es plenamente democrática y pocas veces rechaza por completo el afán de lucro para centrarse en objetivos públicos. Los Estados o los municipios son tan capaces como los propietarios privados de presionar para que se extraigan beneficios y no se invierta lo suficiente en infraestructuras críticas. Esto es especialmente cierto si los activos deben recomprarse a precios de mercado, lo que limita las posibilidades de los agentes públicos. Además, la propiedad estatal siempre corre el riesgo de ser privatizada de nuevo cuando los presupuestos son ajustados. A pesar de algunas buenas experiencias de remunicipalización, que han permitido mejorar la calidad del suministro y abaratar los precios, no se aprecia ninguna tendencia hacia una oleada de propiedad pública adecuada a los problemas del siglo xxi, sobre todo en el sector energético.

El sector energético alemán y el papel de la propiedad local a pequeña escala
La remunicipalización o la creación de nuevas empresas municipales o cooperativas no bastarán por sí solas para gestionar la transición energética de forma rápida y socialmente justa. Es necesario socializar las grandes empresas para romper su poder de mercado, dirigir inversiones masivas a la generación de energías renovables a escala y transformar el sector en su conjunto, junto con los trabajadores, que tienen tanto el poder de organización como los conocimientos necesarios para la transición. Mucho depende de no tener que recomprar activos a valor de mercado y de democratizar adecuadamente las empresas energéticas. Y esto solo será posible en el marco de la socialización.
Las actuales estructuras de propiedad y la mercantilización del sistema energético alemán son producto de la liberalización de los sistemas energéticos a escala europea que se viene impulsando desde los años noventa en el contexto de la creación de un mercado interior único de la energía en la UE. En esencia, los paquetes de medidas de desregulación energética de la UE desde 1996 han fomentado un sistema en el que las empresas privadas han podido hacerse con importantes segmentos del sector energético, y la energía, antes considerada un “monopolio natural”, se ha transformado en un bien comercializable.
Las actuales estructuras de propiedad del sistema energético alemán también han sido moldeadas por leyes negociadas por la minoría verde en el Gobierno a principios de los años 2000. El fomento de las energías renovables está regulado desde 2000 por la Ley de Energías Renovables, que es básicamente un mecanismo para incentivar la construcción de energías renovables mediante una tarifa de alimentación pagada por el consumidor (Haas y Sander, 2016). Este mecanismo de subvención con una compra garantizada de electricidad verde creó un entorno de mercado seguro para las inversiones privadas a pequeña escala y tuvo un gran éxito como modelo para este periodo. En retrospectiva, sin embargo, este mecanismo de subvención ayudó a iniciar un modelo de reducción de riesgo de la transformación verde, que está en expansión y que se ha observado cada vez más intensamente en los últimos años (Gabor, 2023).
La transición energética alemana fue impulsada en gran medida por pequeños actores privados: cooperativas energéticas, particulares con paneles solares en su tejado, servicios públicos municipales o empresas energéticas medianas que invierten exclusivamente en renovables. La tarifa regulada proporcionó a los pequeños agentes del mercado un marco normativo y una seguridad económica que han garantizado durante mucho tiempo las inversiones en energías renovables e incluso llevaron a la industria solar alemana a ser líder del mercado mundial durante un breve periodo de tiempo.
A partir de los años 2000, la “Energiewende” (transición energética) alemana fue un proyecto descentralizado de transformación energética en el que participaron diversos agentes y que, en consecuencia, fue elogiado y reproducido a escala internacional. Aunque la propiedad privada a pequeña escala suele beneficiar a los consumidores de clase media y no necesariamente a los trabajadores y a las poblaciones urbanas más pobres, al menos se invirtió en energías renovables. Hasta 2019, las cooperativas, los particulares y los agricultores poseían una cuota del 40,4 % de la energía renovable en Alemania (Agentur für erneuerbare Energien, 15 de enero de 2021). Sin embargo, esto está cambiando actualmente: la proporción de energía ciudadana a pequeña escala (Bürgerenergie) está disminuyendo lenta pero inexorablemente. Los promotores de proyectos, los bancos, las empresas de inversión y las cuatro grandes corporaciones energéticas que dominaban el mercado de los fósiles se están pasando rápidamente a las energías renovables. Se espera que su cuota siga aumentando en los próximos años, mientras que los productores de energía locales, cooperativos y a pequeña escala seguirán perdiendo cuota (Solarserver, 21 de diciembre de 2020).

Socialización para la propiedad pública democrática a gran escala
La propiedad local a pequeña escala y la remunicipalización deben desempeñar un papel en la transición energética. Sin embargo, es evidente que una transición energética social y ecológicamente justa debe centrarse además en la construcción de modelos públicos y democráticos a gran escala con el objetivo a largo plazo de una completa desmercantilización del sector y la prestación como servicio público universal.
La socialización propuesta por la iniciativa de Berlín significa la expropiación a gran escala de los activos de propiedad privada y su transferencia a instituciones gobernadas democráticamente y de propiedad pública centradas en objetivos públicos. La socialización ha demostrado su viabilidad como estrategia de movimiento, sobre todo porque politiza el antagonismo entre las grandes corporaciones de propiedad privada y el público. En el sector energético esto es relevante y necesario especialmente en lo que respecta a las grandes corporaciones de producción de energía y a los operadores de las redes de transmisión.
La producción de energía en Alemania solía estar dominada por cuatro grandes empresas de combustibles fósiles (Haas, Herberg y Löw-Beer, 2022). Aunque estas empresas llevan mucho tiempo invirtiendo poco en energías renovables, ahora están entrando en el sector y amenazan con privatizar el futuro del sistema energético. Al mismo tiempo, estas corporaciones aún conservan y están ampliando en parte sus activos de combustibles fósiles, por lo que tienen un enorme interés en mantener su producción. Su inversión en energías renovables es cada vez mayor, pero está supeditada a los beneficios futuros. Una transición energética rápida y socialmente justa no será posible sin los activos, así como sin los conocimientos, las capacidades y la mano de obra de los trabajadores del actual sector de los combustibles fósiles. En lugar de incentivar a los agentes privados y subvencionar de hecho los beneficios privados con dinero público, sería más eficiente que las empresas pasaran a ser de propiedad pública y financiar directamente la transición, sobre todo si se tienen en cuenta los costos sociales de la misma (Lawrence, 26 de septiembre de 2022). La socialización y la financiación esta- tal de inversiones considerables en capacidades renovables a través de instituciones energéticas gobernadas democráticamente y de titularidad pública podrían crear puestos de trabajo sindicalizados y de calidad en el sector de las energías renovables y gestionar la pérdida de empleos en industrias que deben reducirse o eliminarse progresivamente, como la minería del lignito o la industria automovilística. Por el contrario, una transición basada en la propiedad privada nunca podrá ofrecer a los trabajadores vías seguras hacia sectores futuros. Las empresas socializadas también podrían realizar eficazmente las inversiones necesarias, ya que no están obligadas a proporcionar un rendimiento de mercado a los accionistas, y reducir así los costos de capital para la transición.
La socialización no solo implica la transferencia de la propiedad, sino que también incluye la gobernanza democrática y la atención al bienestar público. Las empresas de energía socializadas tendrían que estar gobernadas por representantes de los consumidores, asociaciones ecologistas y trabajadores, y el Estado tendría un papel secundario. Al mismo tiempo, tendrían que estar ancladas en objetivos claros de política pública, como el suministro de energía asequible, los objetivos de inversión en renovables y la transferencia de conocimientos al sur global.
La socialización presenta una solución a problemas similares en relación con las redes de transmisión. La red alemana de transmisión a larga distancia está actualmente dividida entre cuatro empresas privadas, financiadas a través de las tarifas de red que pagan los consumidores. Estas tarifas las determina una agencia estatal e incluyen un importante rendimiento del capital. Por consiguiente, los accionistas de estas empresas reciben un beneficio garantizado, suscrito por los consumidores. Al mismo tiempo, hay una falta de inversión que crea desequilibrios regionales y obstaculiza la expansión de las energías renovables. En lugar de esto, la red de transporte a larga distancia debería gobernarse democráticamente a nivel nacional. La gobernanza de las redes de transporte debería seguir unos objetivos públicos claros y fijados democráticamente, como una expansión de las energías renovables basada en las necesidades y estar dirigida por los trabajadores y los representantes electos.
La socialización de las grandes empresas energéticas y de los operadores de redes debe complementarse con la propiedad democrática pública a nivel local. La producción local y descentralizada de energías renovables podría ser impulsada en parte por cooperativas energéticas. En las ciudades, los consejos de energía elegidos podrían desarrollar planes de descarbonización y reducción de la energía que serían aplicados por proveedores de servicios públicos municipales democratizados. Los servicios públicos regionales podrían vincular los planes locales de descarbonización con la expansión coordinada a nivel suprarregional de las energías renovables y las capacidades de almacenamiento.
Así pues, una transición energética democrática en un sector energético socializado se sustenta en diversos modelos de propiedad pública democrática. La complejidad del sistema energético, con diversas funciones, como la transmisión, la distribución y la producción que operan a diferentes escalas, exige una multitud de mecanismos e instituciones de gobernanza democrática.
Por lo tanto, un sector energético socializado debe entenderse como un sistema integrado de varios niveles que presenta una amplia variedad de modelos de propiedad pública y democrática que se refuerzan y potencian mutuamente (Cumbers, 2012). No se trata solo de propiedad, sino también de gobernanza, participación y responsabilidad. También se trata de crear estructuras en las que la toma de decisiones sea compartida y los beneficios se distribuyan de forma más equitativa. Esto incluye la socialización de las grandes empresas energéticas y los operadores de transmisión, la remunicipalización de las redes locales y la producción de energía, así como el apoyo y la promoción de la propiedad local y cooperativa a pequeña escala. Se trata de garantizar que las personas afectadas por las políticas energéticas tengan voz y voto en la elaboración de dichas políticas. Un sistema energético de este tipo tiene el potencial de llevar a cabo la transformación energética necesaria de una manera no solo más rápida y eficiente, sino también más equitativa. Se trata de diseñar un futuro energético que dé prioridad al bienestar de los ciudadanos y del planeta, y garantice que la energía sea accesible, asequible y sostenible para todos.

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La socialización como núcleo de una alternativa emancipadora al capitalismo verde
Obviamente, este breve esbozo de transformación energética democrática basada en la socialización contrastaría enormemente con los planteamientos políticos dominantes en la actualidad. Proponemos que la socialización puede ser el núcleo de un proyecto emancipador que contrarreste la actual captura capitalista de la transformación energética. La transformación hacia un capitalismo verde dirigido por el Estado no es en absoluto un proyecto hegemónico firmemente establecido y sigue habiendo contradicciones significativas que ofrecen oportunidades para una nueva oleada de luchas en torno a la propiedad pública.
Un contraproyecto emancipador al capitalismo verde aún no está suficientemente definido ni organizado y mucho menos suficientemente preparado para generar estratégicamente un poder de contrapeso a largo plazo. El reto de establecer un proyecto hegemónico de este tipo es doble. Por un lado, existe una necesidad permanente de resistirse a los retrasos en la transición energética que propugna la facción reaccionaria-fosilista (y, en parte, de formar las alianzas necesarias con los actores del proyecto verde-capitalista). Por otro lado, es necesario articular una crítica inspiradora, que inste a la acción, del proyecto verde-capitalista emergente.
Aunque este proyecto alternativo emancipador aún no esté plenamente establecido, actualmente existe un terreno fértil para nuevas alianzas. Proyectos pioneros como la cooperación entre el movimiento juvenil Fridays for Future y el sindicato del sector de servicios Ver.di para una acción industrial conjunta en el sector del transporte público dan esperanzas para una nueva fase de luchas en el sector de la movilidad. En 2024, los activistas del clima y los sindicalistas volverán a unirse para reclamar mejoras salariales y mayores inversiones en el transporte público. El giro de parte del movimiento climático hacia los sindicatos, así como el correspondiente giro climático en parte de los sindicatos, podría sentar las bases para nuevas alianzas. Las fracturas y contradicciones internas del capitalismo verde ya ofrecen puntos de entrada para separar del proyecto verde-capitalista a actores individuales como los sindicatos y, en cierta medida, las asociaciones ecologistas, y ganarlos para alianzas entre la izquierda y los verdes.
Todo proyecto político exitoso requiere un núcleo popular que pueda servir de anclaje para las alianzas. Estamos convencidos de que un programa radical de propiedad pública basado en la socialización de la transformación energética puede formar este núcleo popular. Aunque un proyecto político emancipador no logrará la hegemonía a corto plazo, cada vez se hace más hincapié en construir poder en torno a la propiedad pública y la socialización. En Renania, parte del movimiento climático alemán se inspira en la exitosa iniciativa de expropiación de Berlín. La campaña “Expropiar RWE & Co.” pretende socializar la infraestructura energética privada en el estado federal de Renania del Norte-Westfalia; desafía, de este modo, a las dos grandes empresas energéticas, RWE y E.ON, y se propone transferirlas a una estructura pública y democrática para impulsar la transición energética local. La iniciativa está contemplando las posibilidades legales de expropiación, así como en conceptos para un sistema energético democratizado; realiza así un trabajo pionero para un sector energético socializado. Otras partes del movimiento por el clima también están empezando a desarrollar estrategias sobre la socialización en el contexto de la crisis climática (en el sector energético y más allá) y pretenden exponer ideas de campaña concretas en una conferencia estratégica a principios de 2024.
La socialización de la transformación energética podría presentar un núcleo unificador para la política emancipadora, ya que ofrece mejoras concretas en los medios de vida de las personas al reducir y trasladar los costos de la transición, al tiempo que proporciona un curso de acción acorde con la magnitud de la crisis climática. La socialización puede ser −y ha sido− un objetivo de campaña exitoso y convincente, ya que permite que la mayoría de la población participe en los beneficios de la transformación, por ejemplo, a través del abaratamiento de los precios de la electricidad y la energía (y en la prestación a largo plazo como servicio básico universal). Ofrece así una perspectiva optimista a quienes sufren actualmente bajo el capitalismo neoliberal, y demuestra que, incluso en medio de la crisis climática, pueden lograrse mejoras sustanciales en las condiciones materiales de vida individuales a través de soluciones colectivas y no individuales basadas en el mercado.
Socializar las corporaciones energéticas y transformarlas junto con los trabajadores del sector, que aportan tanto los conocimientos como los recursos de poder para hacerlo, es necesario y posible. Si bien ha habido luchas locales y regionales en torno a la remunicipalización, hay una falta de experiencia del movimiento en la lucha y la configuración de la propiedad pública a un nivel que responda a la crisis climática. Con una agenda de socialización podemos moldear conceptos de propiedad pública amplia en objetivos de movimiento concretos y alcanzables.
La socialización, potencialmente a través de referendos, permite la entrada estratégica en el terreno y el poder a nivel estatal sin asumir necesariamente la forma de partido político, y sienta así las bases para alianzas de diversos actores. Dados los fundamentos jurídicos de la socialización en el artículo 15 de la Ley Fundamental alemana y las experiencias prácticas iniciales obtenidas a través del movimiento de expropiación de Berlín, existe una oportunidad única para desarrollar la práctica de los movimientos en torno al establecimiento de formas de propiedad pública democrática. Esto es crucial para los movimientos sociales, que no solo requieren demandas bien articuladas, sino también espacios experienciales y formas prácticas.
En 2018 nadie en Berlín pensaba que la expropiación de las corporaciones de vivienda tendría la más mínima posibilidad de generar una mayoría pública, pero hoy la socialización es una posibilidad muy real y una propuesta ineludible en los debates políticos en torno a la crisis de la vivienda. El cambio social puede avanzar a veces más rápido de lo previsto. Si se puede generar una dinámica similar en el sector energético, aún puede haber esperanza.
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