Empresas petroleras administradas por el Estado y la transición energética El caso de Ecopetrol en Colombia
Regiones
En la reunión del Foro Económico Mundial (FEM) de 2024, en Davos, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, reiteró el compromiso de no aprobar nuevos contratos de exploración de combustibles fósiles. “Colombia [...] ha decidido no contratar más exploraciones de petróleo y de gas y de carbón como un efecto de demostración sobre la necesidad que tenemos en nuestra economía mundial de descarbonizarla”, dijo el presidente a una élite empresarial y política (Monsalve, 19 de enero de 2024).

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La pertinencia y la transformación de las empresas petroleras administradas por el Estado
En los meses anteriores a la COP sobre cambio climático de 2022, el semanario político y empresarial The Economist (25 de julio de 2022) publicó un artículo titulado: “State-run oil giants will make or break the energy transition”. Las empresas nacionales de petróleo y gas poseen en conjunto el 66 % del petróleo y el 58 % del gas del mundo (International Energy Agency [IEA], 2020) y proporcionan alrededor del 40 % del capital invertido en estos sectores (Manley y Heller, 2021). El título aludía al historial deficiente de descarbonización de las empresas estatales. No obstante, The Economist reconoció que Ecopetrol contrarrestó esta tendencia y que la empresa colombiana “participa en proyectos de energía eólica y solar, y recientemente adquirió una empresa de transmisión de electricidad”.
La resiliencia y el enorme poder económico y político de la industria de petróleo y gas han sido el foco de muchas publicaciones periodísticas y académicas recientes. Un artículo de la revista Nature demuestra cómo el gasto en clima sigue siendo insuficiente, mientras que nueve de las mayores empresas petroleras obtuvieron ganancias por 457.000 millones de dólares en 2022 (Sanderson, 15 de mayo de 2023), el equivalente a una sexta parte de la inversión anual necesaria para cumplir los compromisos climáticos de los gobiernos. Tres de estas nueve empresas son de propiedad o control estatal (Aramco, de Arabia Saudita; Equinor, de Noruega, y PetroChina, de China) y seis son principalmente propiedad de accionistas privados (ExxonMobil, Shell, BP, Chevron, TotalEnergies y ConocoPhillips).
Ecopetrol y otras empresas públicas operan en un contexto regional en el cual la producción de hidrocarburos atraviesa transformaciones rápidas y profundas. Según evaluaciones recientes, la extracción de petróleo y gas en América Latina y el Caribe ha experimentado cambios “tectónicos” y “probablemente irreversibles” en los últimos diez años (Cárdenas y Rivera Rivota, 21 de febrero de 2023). La producción cayó de 10,4 millones de barriles de petróleo al día (mb/d) en 2010 a 7,8 millones en 2022; el porcentaje de la región en el mercado mundial cayó de 12 % a 9 % en el mismo período, y los dos países tradicionalmente exportadores de hidro- carburos, México y Venezuela, muestran señales de declive en sus industrias petroleras (bp, 2022). Brasil se ha reposicionado como el octavo mayor productor de petróleo del mundo. Guyana, un país pequeño y poco poblado, actualmente desafía la supremacía de los productores tradicionales de la región y se ha convertido en una de las economías de crecimiento más rápido del mundo. Argentina, Colombia y Ecuador afrontan un estancamiento o disminución de su producción petrolera.
Como se mencionará en más detalle a continuación, la propiedad mayoritaria del Estado de las acciones de Ecopetrol es un factor determinante en las perspectivas de transformación de la empresa colombiana. En la región resurgió el fantasma de la privatización de la industria del petróleo y la energía cuando el presidente reciente- mente electo de Argentina, Javier Milei, un libertario de ultraderecha, propuso la privatización de cuarenta y un empresas públicas, incluidas centrales de energía nuclear, la agencia de infraestructura energética e YPF, la empresa nacional de petróleo. En enero de 2024, ante una fuerte oposición social y política, Milei se vio obligado a dar marcha atrás en sus planes de privatización del petróleo y el gas (Kennedy, 22 de enero de 2024).
Independientemente de su estructura de propiedad, las empresas de petróleo y gas determinan en gran medida las emisiones mundiales y el acceso a la energía. Por su parte, las empresas privadas son menos responsables que las empresas nacionales de petróleo y gas, y resultan mucho más difíciles de transformar. Las empresas transnacionales privadas que están activas en el sector del petróleo y el gas han sido propulsadas por un sistema complejo de subsidios gubernamentales nacionales e internacionales que asegura la privatización de los beneficios de la producción de gas y petróleo, mientras socializa sus costos económicos, ambientales y sociales. Como han sostenido dos activistas y académicos:
La propiedad pública en sí misma no garantiza que reemplazaremos por completo el gas y el petróleo con energía renovable a tiempo para impedir los peores impactos de la crisis climática […], pero no promovemos la propiedad pública porque se trate de una solución mágica, sino que la promovemos porque es nuestra única oportunidad. Las matemáticas de las ganancias son tan claras como las del clima: las empresas existen para generar lucro y enriquecer a sus accionistas, y para ello deben crear su producto. El activismo de los accionistas solo puede enlentecer o atenuar el ritmo en el cual las empresas persiguen este mandato básico. “Las soluciones basadas en el mercado” en este caso son una contradicción: el mercado es el problema (Bozuwa y Táiwò, 7 de junio de 2021).
Los mismos analistas afirman que la propiedad pública posibilitaría “desmantelar una industria recalcitrante a tiempo para impedir el desastre climático” y ofrecería “una oportunidad para construir algo mejor en su lugar”. Desde un punto de vista similar y en oposición a la afirmación de que las empresas nacionales de gas y petróleo naturalmente impiden la transición energética justa, un creciente número de sindicatos, organizaciones ambientalistas y centros de investigación señalan que la causa profunda de la tendencia mundial de expansión energética es la consecución de crecimiento infinito y acumulación capitalista, y no la transición (Sweeney, Chavez y Treat, 2022). En cambio, el enfoque público alternativo identifica a empresas estatales o controladas por el Estado como actores estratégicos en limitar el cambio climático y evitar sus peores impactos (Trade Unions for Energy Democracy [TUED], 2023).

La reinvención de Ecopetrol como empresa de energía
En los años veinte, la empresa estadounidense Tropical Oil Company (Troco) obtuvo el derecho de explotar petróleo en Colombia tras asumir el control de la mal reputada Concesión de Mares. La empresa privada dominaba la exploración, producción, refinación, transporte, distribución nacional y exportación de petróleo en el país durante la primera mitad del siglo xx. Tras decenios de debates políticos y luchas sindicalistas para exigir la nacionalización del sector de los hidrocarburos, la reversión de la Concesión de Mares al Estado colombiano dio lugar a la fundación de la Empresa Colombiana de Petróleos, Ecopetrol (Ecopetrol, 30 de abril de 2020).
En 1961, Ecopetrol adquirió la refinería de Barrancabermeja y, trece años más tarde, compró la refinería Cartagena (actualmente la primera y segunda refinerías del país, respectivamente). En 1970, Ecopetrol adoptó su primer estatuto orgánico, que ratificó su carácter de empresa completamente estatal vinculada al Ministerio de Minas y Energía. A partir de septiembre de 1983 Ecopetrol aumentó la escala de su producción de petróleo tras el descubrimiento de Caño Limón, un yacimiento con reservas estimadas en 1100 millones de barriles.
En 1986, Colombia se convirtió nuevamente en exportadora de petróleo y amplió su autosuficiencia en los años noventa, tras el descubrimiento de los yacimientos Cusiana y Cupiagua.
La producción de petróleo en Colombia alcanzó su punto máximo en 2014, con 1040 kb/d1 y durante los últimos diez años ha descendido a pesar de nuevos y prometedores descubrimientos cerca de la costa (Cárdenas y Rivera Rivota, 21 de febrero de 2023), que llevará mucho tiempo desarrollar. A pesar de la disminución de la producción, el petróleo, el gas y la minería representan más de la mitad de las exportaciones del país. Ecopetrol es la cuarta empresa petrolera más grande de América Latina y la principal exportadora de Colombia. Representa alrededor del 30 % de las exportaciones del país y brinda una fuente vital de ganancias de divisas extranjeras a una economía afectada por constantes déficits fiscales y por cuenta corriente. Los planes de inversión de la empresa en 2024 oscilan entre los 5700 millones y los 6700 millones de dólares, aumentando la producción a 730 kb/d y operando 360 pozos de desarrollo y quince pozos exploratorios.
La importancia de Ecopetrol en la economía colombiana
La verdadera importancia de Ecopetrol y el perfil general de Colombia como país dependiente del extractivismo queda en evidencia a partir de sus datos de exportación. Más de la mitad de las ventas extranjeras del país están en manos de dieciséis empresas, la mayoría de las cuales operan en los sectores de hidrocarburos y minería (Sánchez, 24 de junio de 2023). Las diez principales empresas están encabezadas por Ecopetrol, seguidas de las empresas mineras Drummond y Carbones del Cerrejón (ambas productoras de carbón). Seis de las siete restantes operan en las industrias extractivas: Cerrejón Zona Norte (carbón), Trafigura Petroleum (petróleo), Frontera Energy (petróleo), Reficar (petroquímicos), Cerro Matoso (níquel) y Terpel (petroquímicos). A pesar de la reputación de Colombia como un país productor de café, la Federación Nacional de Cafeteros ocupa el octavo lugar.
Ecopetrol representa alrededor del 65 % del petróleo del país y el 80 % de su producción de gas; el 60 % de los barriles de petróleo extraídos son producidos por la empresa estatal, y las refinerías de Reficar y Barrancabermeja son abastecidas por la empresa nacional de gas y petróleo. Habida cuenta de su importancia en la economía nacional −alrededor de cien mil puestos de trabajo dependen de Ecopetrol− y de que la empresa representa más del 6 % del PIB, el principal sindicato de trabajadores petroleros ha expresado preocupación sobre las perspectivas a largo plazo de la industria si se registra una disminución de la producción de gas y petróleo:
Resulta imperativo mantener la producción de petróleo y gas para garantizar el suministro a refinerías para producir diésel y gasolina para el mercado nacional. Reducir considerablemente las inversiones en la producción y exploración pondría en peligro la continuidad de Ecopetrol, aumentaría el riesgo de escasez y socavaría la seguridad energética nacional. El país cuenta actualmente con reservas de petróleo por 7,1 años y reservas de gas por 7,5 años. Por lo tanto, cualquier disminución de las inversiones para sostener la producción acortaría este lapso de tiempo (Unión Sindical Obrera [USO], 23 de octubre de 2023).
¿Una transición fuera del petróleo?
Las aparentes contradicciones en el discurso de los funcionarios gubernamentales de Colombia, los directivos de Ecopetrol y los sindicalistas con respecto a la velocidad y la ambición de la descarbonización reflejan la complejidad de la transición propuesta. Los sindicatos colombianos tienen una larga tradición de debate interno y la coalición actual del Gobierno abarca diversos partidos políticos, por lo que necesitan tiempo para llegar a una posición relativamente coherente. No obstante, las fuerzas progresistas colombianas parecen estar de acuerdo en el modo de alejarse de los combustibles fósiles, que puede resumirse con los siguientes puntos.
1) se mantendrán los contratos de exploración vigentes;
2) continuará la explotación de los yacimientos comprobados;
3) no se otorgarán nuevos contratos de exploración;
4) Ecopetrol diversificará su cartera para incluir tecnologías de bajas emisiones y fuentes de energía renovable. Y más recientemente,
5) Colombia podría necesitar importar de Venezuela, un país vecino, para asegurar su suficiencia energética durante la transición.
Los planes del Gobierno de transformar Ecopetrol en una empresa que abandone la extracción de hidrocarburos han suscitado la preocupación de los trabajadores petroleros. La Unión Sindical Obrera (USO) tiene una cultura interna rica y dinámica de debate político en sus diversas corrientes ideológicas y varía de posiciones y enfoques con respecto a la transición energética justa. Los afiliados a la USO votaron abrumadoramente a Petro y Francia, y se organiza- ron para garantizar su victoria. A pesar de ello, los sindicalistas han expresado preocupación sobre el ritmo de la transición propuesta y la cancelación de nuevos contratos de exploración, al afirmar que Ecopetrol podría correr el riesgo de desinversión y el país podría quedar expuesto a la dependencia energética. En una declaración de octubre de 2023, el sindicato comentó sobre los recortes propuestos por Ecopetrol:
Las recientes decisiones de las Vicepresidencias Ejecutivas […] de Ecopetrol, de recortar el presupuesto de inversión […] ponen en riesgo la continuidad del negocio principal. […] Esta decisión además tiene una fuerte incidencia en las finanzas públicas porque Ecopetrol aporta en promedio $20 billones anuales para el financiamiento del Estado entre dividendos, impuestos y regalías que paga a la nación. […] Así las cosas, en el año 2026 estaremos produciendo 472 mil barriles diarios que solamente permitirá mantener las cargas de las dos refinerías y no tendremos ingresos por exportaciones. La reducción de las inversiones de Ecopetrol traerá como consecuencia la contracción del sector petrolero en general dado que otras compañías del sector tienen como insumo principal para sus presupuestos el valor de las inversiones que ejecuta Ecopetrol. Si esta declina, cae la inversión en el sector causando un efecto dominó (USO, 23 de octubre de 2023).
En respuesta a las preocupaciones del sindicato y las críticas de los círculos políticos y empresariales, el actual presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa, ha reiterado que el futuro de la empresa no se verá afectado por los planes de transición energética anunciados por el Gobierno. “Nunca hemos dicho que vamos a terminar el negocio tradicional” (Griffin, 24 de octubre de 2023), afirmó Roa en un reciente foro de negocios. “La industria del petróleo y gas en Colombia no desaparecerá”, añadió, y explicó que invertir fondos derivados de la extracción de combustibles fósiles sería clave para financiar la transición hacia la energía renovable. El actual ministro de Minas y Energía, Andrés Camacho, dio una respuesta similar en una entrevista a un periódico español, en la que se le preguntó si el ministerio aprobaría más contratos para la exploración de petróleo y carbón:
Tenemos una política de desarrollar la exploración energética en clave de transición energética. No es que no vayamos a hacer más, sino que estamos dando pasos a nuevos contratos de explotación de geotermia, hidrógeno blanco y otro tipo de energéticos. Vamos a ir desarrollando nuevos contratos en clave de transición. Desde el primer día que llegué lo mencioné: la transición es con los hidrocarburos. […] Vamos a tener un tiempo en el que vamos a necesitarlos, incluso en los horizontes 2040, 2050. Si no hay sustitutos para la industria petroquímica vamos a seguir requiriendo hidrocarburos. La idea es que la dependencia vaya disminuyendo (Quesada, 26 de septiembre de 2023).
El reto de diversificar Ecopetrol
Dos años antes de que Petro y Francia asumieran el gobierno, Ecopetrol ya había publicitado un plan de descarbonización para alcanzar emisiones de gases de efecto invernadero cero neto para 2050, que incluía medidas concretas para abandonar el uso de petróleo y gas. El tiempo se acaba: Colombia solo tiene suministros de hidrocarburos por 7,5 años más. Si Ecopetrol u otras empresas que operan en el país no desarrollan un nuevo yacimiento antes de ese periodo, el país tendrá que importar petróleo para satisfacer sus necesidades. Según las proyecciones de oferta y demanda de energía para 2050, Colombia seguirá necesitando gas, gasolina y diésel, por lo que si Ecopetrol no puede satisfacer las demandas del mercado interno, deberá importar de los países del golfo Pérsico o de otras partes del mundo donde se sigan extrayendo combustibles fósiles.
Más del 40 % de los gastos que Ecopetrol tiene planificados para 2024 están relacionados con la transición energética (Reuters, 1 de diciembre de 2023). Los planes de negocios de la empresa destacan el objetivo de diversificar las actividades para ampliar el sector de la energía (Ecopetrol, 2022), al expandirse a ámbitos diferentes de los hidrocarburos. Los gastos de capital previstos (CAPEX), que son un buen indicador del verdadero compromiso con la diversificación, incluyen inversiones concretas en ISA, una empresa colombiana activa en la transmisión de electricidad, carreteras y telecomunicaciones en América Latina, que Ecopetrol adquirió en agosto de 2021, y por la cual pagó 3580 millones de dólares por el 51,4 % de las acciones (Reuters, 11 de agosto de 2021). Según analistas financieros:
La decisión de comprar acciones de ISA se dio en un momento en que los planes estratégicos oficiales de Ecopetrol no incluían los CAPEX de diversificar la producción energética, más allá de la producción de petróleo y el gas. La compra fue una respuesta a las oportunidades de mercado específicas fuera del petróleo y del gas, donde se evalúan las nuevas oportunidades de negocios caso a caso. Al adoptar esta medida, Ecopetrol demostró su fuerte liderazgo como empresa nacional de petróleo y gas de América Latina en cuanto a las estrategias para diversificar sus actividades principales (Strambo y Arond, 23 de noviembre de 2023).
El papel más amplio de Ecopetrol en el sector de la energía sería crucial, dado que aunque se lleven a cabo planes más ambiciosos para la descarbonización de la generación de energía, el país probablemente seguirá dependiendo de los combustibles fósiles durante decenios para satisfacer la demanda de electricidad. Un académico de la Universidad Javeriana sostiene que:
Para que Colombia logre electrificar, cumpliendo las metas de una transición energética justa, debe llevar una capacidad instalada de 120 gigavatios. El país está llegando en este momento a 20 gigavatios de capacidad instalada. Por eso la estrategia de reducir de manera relevante la participación de los fósiles en la matriz no se puede hacer de un momento a otro. Los fósiles deben apalancar esa transición (Sánchez, 3 de diciembre de 2023).
Un estudio reciente sobre los retos de la transición en Colombia concluye que la demanda total de electricidad en 2021 fue de 67 TWh (teravatios hora) (Thema y Roa García, 2023). Si todos los combustibles fósiles fueran reemplazados por electricidad de aquí a 2036, el consumo de electricidad aumentaría otros 160 TWh. En un escenario en el que el sector del transporte se abastece exclusivamente de biocombustibles, la demanda de electricidad sería 73 TWh inferior, pero la producción de biocombustible a esa escala no es para nada realista y puede tener costos sociales y ambientales negativos.
El Gobierno colombiano ha publicitado la “Hoja de Ruta de la Transición Energética Justa” (Ministerio de Minas y Energía, 2023). Este documento sistematiza un proceso nacional de consulta ciudadana en el cual se acordó que la transformación del sistema energético de Colombia debería basarse en cuatro principios: equidad; gradualidad, soberanía y confiabilidad; participación social vinculante, y una transición intensiva en conocimientos. En febrero de 2022, Ecopetrol presentó su visión estratégica para 2040 y sus objetivos operativos y financieros para 2022-2024. El plan de largo plazo, “Estrategia 2040: Energía que transforma”, está destinado a responder de manera amplia a los retos actuales ambientales, sociales y de gobernanza (Ecopetrol, 2022). Un año y medio más tarde, la empresa actualizó ese plan y proclamó su objetivo de convertirse en “líder en América de la diversificación de energía”, invirtiendo en “hidrocarburos, soluciones de bajas emisiones y transmisión, carreteras y telecomunicaciones”. Además, reiteró su voluntad de contribuir a una transición energética justa y su “compromiso con la seguridad energética, el medio ambiente y la contribución a la sociedad”.
En noviembre de 2022, Ecopetrol confirmó la suspensión de sus proyectos de fracturación hidráulica y la cancelación de los acuerdos con Exxon Mobil. Tras años de intensos debates internos, los miembros de la USO llegaron a un acuerdo en una votación de la Asamblea Nacional de Delegados celebrada en 2019 (con setenta y siete votos a favor, cinco en contra y veintidós abstenciones) para rechazar el uso de la fracturación hidráulica y exigir que el Gobierno acelerara la transición de Ecopetrol para convertirse en una empresa de energía centrada en las energías renovables. La suspensión de la fracturación hidráulica ha sido una promesa de campaña de la coalición de izquierda Pacto Histórico y una demanda principal de los activistas sociales y ambientales durante el paro nacional: una serie de protestas que sacudieron a Colombia en la primera mitad de 2021 y que incluyeron manifestaciones callejeras multitudinarias contra la violencia policial, la corrupción y los recortes a los servicios de salud y otros servicios públicos propuestos por el entonces presidente de derecha Iván Duque.
En el contexto de su Estrategia 2040, la empresa tiene un plan ambicioso de producir hidrógeno “verde”, amoníaco “verde” y metanol, que se prevé generará ganancias de entre 20.000 millones y 25.000 millones de dólares de aquí a 2040. En septiembre de 2023, el presidente de Ecopetrol anunció que de aquí a 2030 incorporarían alrededor de 1900 megavatios de fuentes de energía renovable no convencional y para 2050 de 3 a 5 nuevos gigavatios de energía renovable. Esa es la meta y aspiración de Ecopetrol en la transición energética (Campos y Acosta, 12 de septiembre de 2023).
No obstante, para que Ecopetrol pueda ampliarse al sector de la electricidad, deberá cambiar de marco jurídico. El Plan Nacional de Desarrollo 2022-2025 aprobado a comienzos del actual Gobierno establece las bases para que Ecopetrol se convierta en una empresa de energía integral, mediante la derogación de artículos clave de legislación anterior a través de los cuales se obligaba a la desagrega- ción de la empresa y se evitaba el funcionamiento de empresas de energía de integración vertical.
Los retos de la democratización
La referencia a Ecopetrol como empresa administrada por el Estado, pero que no es propiedad del Estado, en el título del presente capítulo, no es fortuita. Durante cuarenta años, diversos Gobiernos han intentado privatizar y debilitar a Ecopetrol y a otras empresas públicas, en detrimento del desarrollo económico y social y la soberanía nacional. Las políticas de saqueo se volvieron más intensas en los años noventa, con varias olas de liberalización económica que agravaron las desigualdades sociales y la continuación del conflicto armado, pero las luchas de los trabajadores impidieron la privatización de Ecopetrol (Escobar, 3 de agosto de 2020).
Desde mediados de los años sesenta, Colombia ha atravesado una denominada “guerra asimétrica de baja intensidad”, en la cual las fuerzas armadas del país, las guerrillas de izquierda, los grupos paramilitares de extrema derecha y el crimen organizado estuvieron directamente involucrados, y el Gobierno de Estados Unidos y grandes empresas colombianas y transnacionales participaron en forma más o menos encubierta. En ese contexto, el distanciamiento de las políticas de Ecopetrol de las necesidades sociales de las clases trabajadoras provocó la militarización de la empresa y su control se disputó entre diferentes sectores de la clase dominante colombiana. Los vínculos entre la empresa y las actividades paramilitares de extrema derecha, incluido el asesinato de sindicalistas y activistas locales, han sido denunciados en diversas partes de Colombia (Becerra Ostos, 2009), en particular en la municipalidad de Barrancabermeja, en el departamento de Santander, donde se encuentra el mayor centro de refino y producción de petroquímicos del país (Bonilla Mora, 24 de noviembre de 2023).
Los conflictos internos por el control de Ecopetrol provocaron una serie de cambios en la propiedad y gestión de la empresa en los últimos treinta años. Antes de 2000, Ecopetrol era una empresa industrial y comercial del Estado. En junio de 2003, el Gobierno derechista de Álvaro Uribe decidió convertirla en una empresa que cotiza en la bolsa: hasta 2007, cuando se convirtió en una empresa de economía mixta y pasó a llamarse Grupo Empresarial Ecopetrol. La modificación de la estructura de propiedad y gestión de la empresa también significó un cambio regulatorio: Ecopetrol dejó de ejercer sus funciones como organismo del Estado que administraba el sector petrolero, una función que fue transferida a la nueva Agencia Nacional de Hidrocarburos. Además, estos cambios implicaron que Ecopetrol pasó de ser una empresa pública de propiedad y administración exclusivamente estatales a ser una empresa privada controlada por el Estado. En enero de 2023, un economista colombiano caracterizó la privatización de Ecopetrol de la siguiente manera:
Ecopetrol y las entidades de Bogotá están privatizadas en los hechos, sin que se hayan vendido las acciones que allí poseen el Gobierno nacional y el distrito capital. Es la mejor forma de privatizar; […] como presidentes de las juntas directivas se nombran a privados. […] los privados manejan empresas estatales sin aportar un solo peso, y las administran según sus criterios personales y los intereses que representan […] siguiendo las normas de OCDE, […] lo que llaman la gobernanza corporativa significa para esta institución superneoliberal que el Estado no la maneje sino privados (Otero, 31 de enero de 2023).
Durante algunos años se ha suscitado una discusión recurrente sobre la reforma de los estatutos de la empresa. El Estado colombiano controla el 88 % de las acciones y, por lo tanto, tiene la facultad de presentar una lista de candidatos para los nueve miembros de su junta directiva a través del Ministerio de Hacienda. Habida cuenta de que Ecopetrol está registrada en la bolsa de valores de Nueva York, tales nombramientos deben cumplir los criterios estrictos establecidos por la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos. Poco después de haber asumido, el Gobierno de Petro contempló una opción, criticada en círculos empresariales y políticos, que consistía en añadir un puesto para un representante sindical en la junta directiva de Ecopetrol. Contar con un representante del sindicato en la junta directiva de Ecopetrol ha sido una demanda de la USO durante mucho tiempo. El presidente del sindicato, César Loza, dijo al periódico El País de Madrid a finales de 2023:
Ya hay una asamblea extraordinaria convocada por el accionista mayoritario para hacer unas modificaciones a la junta para que haya una mayor participación de mujeres y, probablemente, para que se dé la llegada del compañero Edwin Palma, viceministro de Trabajo [y sindicalista y ex presidente de la USO] (Sánchez, 3 de diciembre de 2023).
Si bien la inclusión de Palma sería bienvenida, los afiliados de la USO que entrevistamos subrayaron que Palma es un funcionario del Gobierno actual, por lo que esta medida no cumpliría su reclamo de incluir a un miembro activo del sindicato en la junta directiva de Ecopetrol.

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Conclusión
La transición energética de Colombia tiene varias características singulares. El presidente del país es un exguerrillero y ambientalista que fundamenta sus posiciones en la ciencia del cambio climático y señala las limitaciones del capitalismo para cumplir las metas climáticas. La empresa nacional de petróleo ha comenzado a llevar a cabo una transformación drástica de sus operaciones y misión, con un pie en la bolsa de valores de Nueva York y otro firmemente anclado en el camino hacia una transición justa. Los sindicatos y las organizaciones ambientalistas están deseando tener un mayor poder de decisión en la transición. Sus propuestas y reclamos coinciden en algunos aspectos y divergen en otros.
Al igual que la mayoría de las empresas nacionales de petróleo y gas, Ecopetrol afronta enormes desafíos, habida cuenta de su papel central en brindar recursos vitales que el Gobierno necesita para financiar los servicios públicos y una transición justa, lograr seguridad energética y mantener o generar cientos de miles de empleos. El compromiso para transformar y diversificar operaciones para que Ecopetrol pueda convertirse en una empresa de energía integrada no tiene precedentes en el mundo. No obstante, el adjetivo “justa” que antecede a la caracterización de la transición anunciada en la Estrategia 2024 de la empresa no refleja de manera cabal su alcance y contenido. El compromiso se refleja principalmente en los planes anunciados de ampliar el acceso a servicios de energía como prioridad de la empresa subsidiaria ISA. Los documentos oficiales no especifican exactamente cómo se integrará la transformación de Ecopetrol en el marco de la “Hoja de Ruta de la Transición Energética Justa” del Ministerio de Minas y Energía, especialmente en cuanto a la distribución de los costos y beneficios de la transición energética y los efectos en los trabajadores y las comunidades locales.
Fuera de Colombia, el camino que Ecopetrol debería emprender parece evidente y fácil de seguir: acelerar su transición para abandonar los combustibles fósiles, diversificar las fuentes de energía y beneficiarse “de mayor resiliencia y menor vulnerabilidad a las presiones externas e internas, como la volatilidad del precio del petróleo y el gas, las interrupciones en el suministro, los desastres ambienta- les y la presión de los inversores” (Strambo y Arond, 23 de noviembre de 2023). No obstante, nuestras entrevistas con representantes de órganos gubernamentales, sindicatos, organizaciones ambientalistas y centros de investigación en Colombia demuestran que el camino es mucho más pedregoso, estrecho y empinado de lo que parece, por varios motivos.
Las empresas nacionales de gas y petróleo son fundamentales en la transición energética debido a que son algunas de las mayores productoras de petróleo del mundo y en ocasiones las empresas más grandes a nivel nacional. Investigadores, sindicalistas y organizaciones ambientalistas deben profundizar y ampliar sus intercambios sobre el papel del Estado y el significado y las perspectivas futuras de la vía pública en el sector energético.
A Colombia le quedan muy pocos años de suficiencia energética y depende de los combustibles fósiles para sus exportaciones y presupuesto público. Este es uno de los principales retos a las ambiciones de descarbonización del país. La capacidad actual de electrificación dista mucho de satisfacer las necesidades futuras. La transición energética requiere voluntad política además de recursos financieros. Colombia ha demostrado tener la capacidad de generar energía solar, eólica, marina y geotérmica (Vega Araújo y Muñoz Cabré, 2023), pero sin recursos la transición energética no es viable. Los aproximadamente 8000 millones de dólares que Ecopetrol contribuye cada año a las arcas del Estado no pueden pasarse por alto (Corficolombiana, 2023).
A pesar de las tensiones y el discurso oficial contradictorio sobre la dirección actual de la transición energética, se han logrado avances importantes, como el compromiso de detener nuevos contratos de exploración de petróleo y gas, el comienzo de la diversificación de la cartera de Ecopetrol, la decisión de poner fin a la fracturación hidráulica y los crecientes debates sobre la democratización de la junta directiva de Ecopetrol.
Una mayor democratización implicará lidiar con el legado del conflicto armado de Colombia y los antiguos vínculos entre la extrema derecha y Ecopetrol y la represión autoritaria, dirigida en forma desproporcionada contra trabajadores petroleros.
La experiencia colombiana demuestra de qué modo puede llevarse a cabo una transición energética justa a nivel nacional si existe articulación entre los planes nacionales y las estrategias mundiales. Para los países del sur global, la descarbonización del sistema energético es un desafío enorme. En América Latina es posible transformar la matriz energética si existe voluntad política fundada en empresas de energía de propiedad estatal que impulsen la transición, como es el caso de Uruguay, que ha emprendido una rápida y considerable transición hacia la generación de energía renovable en los últimos diez años (Meadows, 27 de diciembre de 2023). También sería posible concebir planes para exportar otro tipo de combustibles −por ejemplo, hidrógeno verde, como propone Ecopetrol (Roa Barragán, 16 de enero de 2024)−, pero solamente si las potenciales fuentes de energía renovable y su demanda son de magnitud considerable. En todo caso, la reestructuración de la industria petrolera es muy compleja y depende de que se lleve a cabo una transformación considerable de las estructuras y relaciones financieras y del comercio internacional. El presidente de Colombia propuso en Davos canjear deuda externa por el compromiso de dejar el petróleo en el suelo. En ese sentido, cabe recordar que una propuesta similar realizada por el país vecino, Ecuador, durante el Gobierno de Rafael Correa no suscitó la reacción esperada de la “comunidad internacional” y se utilizó para justificar una expansión polémica de la exploración petrolera (Laastad, 2023).
Los hidrocarburos han determinado durante mucho tiempo las estructuras económica, política y social de Colombia y han generado crecimiento económico en el último decenio, representando alrededor de la mitad de sus ganancias de exportación. En este contexto, Gustavo Petro ha reposicionado la justicia climática en el centro de su agenda política, junto con la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Más allá del resultado del debate actual sobre el futuro de los combustibles fósiles en Colombia, este tendrá un efecto profundo en la razón de ser de Ecopetrol y en la identidad del país.
Es imposible concebir una transformación de la extracción de petróleo o la diversificación de Ecopetrol y de otras empresas nacionales de petróleo y gas del mundo sin que los trabajadores asuman un papel importante en la transición, basado en las experiencias y los conocimientos desarrollados durante más de un siglo. En este contexto, los trabajadores de la USO han declarado explícitamente su aspiración de que Ecopetrol lidere la transición para abandonar los combustibles fósiles (Semana, 29 de mayo de 2023). Han reafirmado su interés en recapacitarse y utilizar las competencias que han adquirido en las plataformas petroleras para construir y operar centrales de energía renovable. Pero también advierten que los planes del Gobierno deben evitar una crisis de suministro y asegurar el flujo de ingresos que el país no puede rechazar de la noche a la mañana, especialmente cuando ya está claro que las reservas de gas y petróleo se agotarán en menos de diez años.
El Gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez está intentado demostrar al mundo que es posible gestionar el declive y la reestructuración de las empresas petroleras para el beneficio social. Colombia ha propuesto un “Plan Marshall” mundial para combatir el cambio climático (Reuters, 22 de junio de 2023) y ha señalado que gravar las transacciones financieras podría ser una forma de obtener algunos de los recursos que se necesitan urgentemente. Los canjes de deuda por la acción climática, como propuso Petro en Davos −y como había sugerido anteriormente el Pacto Social Del Sur (Pacto Ecosocial del Sur, 16 de junio de 2020) y se había discutido en las dos últimas COP sobre cambio climático después de que la primera ministra de Barbados presentara la Iniciativa Bridgetown para reestructurar la arquitectura financiera mundial (Feminist Action Nexus, 2023)− podrían ayudar a los países dependientes del petróleo a desarrollar fuentes de energía menos destructivas y seguir financiando políticas y programas sociales. En este contexto, hay una necesidad urgente de ampliar y profundizar la discusión sobre cómo reivindicar y transformar a Ecopetrol y a otras empresas nacionales de petróleo y gas en diferentes regiones del mundo.
Bibliografía
Becerra Ostos, Silvia J. (2009). Paramilitarismo y neoliberalismo en Barrancabermeja: el caso de la privatización de Ecopetrol 1980-2000. Ciencia Política, 4(7), 125-149.
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