NV: Pese a las palabras de preocupación de los líderes mundiales, lo cierto es que los hechos muestran una realidad muy diferente de inacción climática o, peor, de acciones que agravan el cambio climático. Como señalas en el informe, se insiste en una receta estándar de más producción, más inversión privada, nuevas soluciones tecnológicas... ante un problema nuevo –el cambio climático– que en gran parte desconocemos cómo va a desplegarse, su velocidad, interacciones, bucles de realimentación... ¿Qué es lo que está fallando para actuar en la magnitud que demanda la situación? ¿Intereses corporativos demasiado poderosos? ¿Gobiernos temerosos de no ser reelegidos si toman medidas “impopulares”?
NB: Se trata de un enorme desafío para las fuerzas progresistas, ya que nos enfrentamos a dos ideas hegemónicas e interrelacionadas: en primer lugar, que el mercado es el mejor sistema para asignar los recursos y, en segundo lugar, que la seguridad es la mejor respuesta a las desigualdades causadas por la consiguiente asignación injusta de recursos. Sin embargo, los llamamientos al cambio sistémico son cada vez más fuertes, tanto por parte de la comunidad científica como de algunos líderes políticos y empresariales. En la COP26, el movimiento por el clima apoyó más sólidamente que antes tanto la justicia como el cambio sistémico, liderado por personas como Greta Thunberg y Vanessa Nakate, cuyas huelgas escolares llaman ahora a “desarraigar el sistema” que crea el cambio climático. Sin embargo, la conciencia y la preocupación pública aún no son suficientes para desafiar el poder económico y político tan arraigado de las corporaciones y los militares. Existe la teoría de un punto de inflexión que sugiere que una vez que las propuestas son apoyadas por alrededor del 25% de la población, pueden provocar cambios generalizados.5 Curiosamente, señalan que las campañas que pueden estar cerca de este punto suelen sentir que han fracasado cuando en realidad están en la cúspide de un cambio importante que no pueden predecir, algo que creo que es definitivamente posible hoy en día. Pero también creo que es necesario que los movimientos sociales se centren más en la construcción de mecanismos de poder popular duraderos, ya sea renovando los movimientos sociales tradicionales como los sindicatos, en nuevas alianzas como en las ciudades progresistas, o en nuevos movimientos con objetivos claros y estructuras estables para que puedan mantener e impulsar el cambio político.
NV: Existe un debate en marcha en torno al concepto de seguridad. Mientras unos abogan por ampliar el concepto para que incluya una noción de seguridad humana, otros defienden salir del paradigma de la seguridad e invitan a manejar nuevos conceptos, como el de justicia climática (frente a seguridad climática) ¿Dónde te sitúas en este debate?
NB: Tengo pensamientos mixtos y contradictorios al respecto. Por un lado, respeto y admiro a quienes impulsan la seguridad humana u otros conceptos como la seguridad ecológica,6 basados en un conjunto de valores muy diferentes a las doctrinas militares y los marcos de seguridad nacional. Me solidarizo con su argumento de que las fuerzas progresistas no deberían ceder la palabra “seguridad” a los militares y deberían más bien preguntarse qué es lo que realmente proporciona seguridad: ¿la sanidad o las armas, por ejemplo? Sin embargo, también creo que, dado el poder estructural del aparato militar y de seguridad nacional, dominarán tanto el debate como, sobre todo, el desarrollo de políticas y manipularán más fácilmente el término en su beneficio que aquellos que sugieren diferentes tipos de seguridad. Lo que veo es que el aparato de seguridad nacional utiliza la amplitud y la vaguedad del término “seguridad” en su beneficio para conseguir la aceptación pública de su trabajo de seguridad climática y para evitar el escrutinio de sus propuestas. Después de todo, ¿quién puede oponerse a la seguridad? Así que, en general, me sitúo en el lado de la oposición al término, ya que se ha cooptado demasiado. Estoy más a favor de que los movimientos sociales utilicen otros términos, como “seguridad” en el sentido de safety o “justicia”, siempre centrados en cómo las políticas impactan en los más afectados por el cambio climático.
NV: La COVID-19 está mostrando el tipo de respuestas nacionalistas y corporativas de los países ricos –junto a un discurso tecnoptismista y belicista frente al virus– desde el inicio de la pandemia, p.ej. al inicio con el acaparamiento de respiradores y actualmente con las vacunas. Este escenario hace augurar lo que podría ser la respuesta tipo a medida que se despliegue el cambio climático. ¿Qué podemos hacer para revertir estas tendencias y encaminarnos hacia respuestas más solidarias y con conciencia, primero, de especie y después ecocéntrica?
NB: La COVID-19 demostró, por un lado, lo esenciales que son las respuestas públicas basadas en la seguridad y la solidaridad comunitarias para hacer frente a una crisis como una pandemia. Sin embargo, por otro lado, abrió la puerta a respuestas nacionalistas, a la especulación empresarial y a una normalización de las medidas de seguridad de emergencia que tendrá repercusiones en los próximos años. Un total de 170 países declararon el estado de emergencia a raíz de la pandemia,7 lo que ha facilitado nuevas oleadas de represión policial y un aumento de la vigilancia, sin rendición de cuentas, incluso de los cuerpos y la salud de las personas. No es de extrañar que esto haya afectado sobre todo a las personas marginadas –vendedores ambulantes, refugiados, minorías raciales–, así como a los manifestantes.
Al igual que la COVID-19, el cambio climático es un fenómeno global que no respeta fronteras. No hay soluciones nacionalistas para estas crisis, como estamos descubriendo con el aumento de nuevas variantes en los países con menos población vacunada. Las soluciones justas y duraderas requieren colaboración, priorización del interés público y solidaridad global. La única manera de conseguirlo es mostrar cómo estas políticas benefician a todos, modelar las prácticas de solidaridad en las comunidades en las que vivimos, y empujar a las ciudades, regiones o estados a adoptarlas para construir la justicia climática y sanitaria desde abajo.
NV: La invasión de Ucrania y las sanciones sobre el gas ruso están mostrando la vulnerabilidad energética de Europa, al tiempo que observamos un rearme de las potencias centrales. ¿Cuáles crees que pueden ser las consecuencias a medio y largo plazo de esta guerra para el binomio energía-clima?
NB: Me temo que va a tener un impacto tan importante a largo plazo como el que tuvo el 11-S. La guerra sugiere que estamos entrando en un nuevo mundo de conflictos interimperialistas cuyos impactos rebotarán globalmente. En cuanto a la energía, ojalá que conduzca a un impulso hacia las energías renovables, pero me temo que en su lugar impulsará una nueva ola de perforación de gas y petróleo para crear la llamada autosuficiencia. Sin embargo, lo que más me preocupa es que vaya a impulsar una nueva oleada de gasto militar, exactamente en el momento en que necesitamos invertir en la construcción de una nueva economía verde, y que nos lleve a una época de belicosidad cuando necesitamos encontrar enfoques de colaboración para responder al cambio climático. Pero, en última instancia, el significado de este momento vendrá determinado por el equilibrio de fuerzas políticas. Si nos movilizamos para demostrar que las economías de los combustibles fósiles han creado las condiciones para el conflicto y que necesitamos forjar una nueva economía de paz centrada en el medio ambiente, entonces podríamos convertir un momento terrible en algo esperanzador.
Nuria del Viso Pabón forma parte del consejo de redacción de esta revista y es miembro del Área Ecosocial de FUHEM.
Notas:
1 Nick Buxton, Aproximación a la seguridad climática. Los peligros de la militarización de la crisis del clima, TNI/FUHEM, 2021. Disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2021/11/Aproximacion-a-la-se- guridad-climatica-TNI-FUHEM-web.pdf
2 «NATO Climate Change and Security Action Plan», página web de la OTAN, 14 de junio de 2021. Disponible en: https://www.nato.int/cps/en/natohq/official_texts_185174.htm?selectedLocale=en
3 Todd Miller, Nick Buxton y Mark Akkerman, Muro contra el clima, TNI, 25 de octubre de 2021. Disponible en: https://www.tni.org/es/publicacion/muro-contra-el-clima
4 Grupo de trabajo II del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), Climate Change 2022: Im- pacts, Adaptation and Vulnerability, 28 de febrero de 2022. Disponible en: https://www.ipcc.ch/report/sixth-assessment-report-working-group-ii/
5 Damon Centola, Joshua Becker, Devon Brackbill y Andrea Baronchelli, «Experimental evidence for tipping points in social convention», Science, 360 (6393), 8 de junio de 2018, pp. 1116-1119. Disponible en: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29880688/
6 Matt McDonald, «Discourses of climate security», Political Geography, vol. 33, marzo de 2013, pp. 42-51. Dis- ponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0962629813000188
7 Eda Seyhan, Rym Khadhraoui y Sacha Biton, Covid State Watch, web de Human Rights Defender Hub, s/f. Disponible en: https://www.hrdhub.org/covid-state-watch