Narcotráfico, guerra y política antidrogas

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Narcotráfico, guerra y política antidrogas Una perspectiva sobre las drogas en el conflicto armado colombiano
Por: Ricardo Vargas, Novib Oxfam Netherlands, Acción Andina Colombia - Transnational Institute, TNI - Junio de 2005


Raseña por Amira Armenta
TNI, febrero 2006

Por qué será que aunque las superficies sembradas con cultivos ilícitos se han reducido notoriamente en Colombia gracias a los operativos de fumigación, la disponibilidad de la cocaína se mantiene en las calles de Nueva York, se preguntaba el año pasado el zar estadounidense de las drogas. Una respuesta a esta pregunta la encontraría el zar John Walters si leyera este libro de Ricardo Vargas. Porque si se mide en términos de la disponibilidad de drogas procedentes de Colombia a EEUU, la billonaria inversión que es el Plan Colombia ha sido entonces un fracaso. Mientras el Plan Colombia atacaba en el sur del país las zonas con amplias extensiones de cultivos ilícitos y de dominio de la guerrilla, en el norte y otras regiones se consolidaba una estructura del narcotráfico que se encargaba de garantizar el flujo continuo de droga al exterior.

De modo que, si alguien se ha beneficiado de la política dirigida a atacar el 'narcoterrorismo' de las Farc han sido las mafias del narcotráfico que han sabido aprovechar las circunstancias para consolidarse. Después de la época de los grandes carteles de Cali y Medellín, el narcotráfico es hoy día una intrincada red de pequeños grupos extremadamente eficientes y difíciles de infiltrar.

Dos pájaros de un tiro

Todo comenzó cuando a las autoridades antinarcóticos en Washington se les ocurrió que en vez de tratar de interceptar la droga cuando ya estaba en ruta hacia EEUU, mejor era atacarla en su origen, cuando todavía está en forma de planta, en las montañas y selvas de los países andinos. En el contexto del conflicto armado colombiano esta estrategia de ataque a los cultivos ilícitos se implementó dentro un modelo militarizado de control de drogas. Los desarrollos históricos de la última década, tanto al interior del país como globalmente, propiciaron una ampliación de la perspectiva militar cuyo objetivo pasó a ser -especialmente desde el 11 de septiembre de 2001- acabar con la guerrilla de las Farc, desde entonces señalada como 'narcoterrorista'.

Con lo cual el objetivo de la política antinarcóticos del gobierno colombiano con la subvención y asesoría de Washington era matar dos pájaros -la coca y las Farc - de un sólo tiro. Con la lógica de que la combinación de una ofensiva erradicadora de cultivos (por fumigación o erradicación manual forzada) y una ofensiva militar debilitaría necesariamente a la guerrilla al eliminarles una fuente importante de su financiación, las autoridades antinarcóticos cometieron el error de aplicar un análisis simplista de la realidad colombiana. La problemática colombiana no se reduce a dos pájaros solamente. La manada es más grande y enredada.

Las consecuencias de este error de apreciación se traducen -en lo que a Washington concierne- en la sostenida disponibilidad de la droga en la calles de las ciudades estadounidenses. La magnitud de las incautaciones de cocaína en el último año, al parecer más que a una mayor eficiencia en la aplicación de la ley, obedecería a un aumento de la cantidad de droga procesada que está saliendo del país. Y en lo que a Colombia concierne, las consecuencias se observan en el fortalecimiento de las mafias del narcotráfico y de los grupos paramilitares asociados al negocio de la drogas, contra quienes no se ha dirigdo el peso de la ofensiva anti narco-terrorista. A resguardo del Plan Colombia, los grupos paramilitares han logrado consolidarse y erigirse en verdaderas estructuras de poder que operan con toda tranquilidad puesto que saben que no son blanco de ataque.

Del mismo modo como se ha instituido la política antidrogas sobre la base de la seguridad, se ha instituido la seguridad (Plan Patriota) sobre la base de la política antidrogas. En materia antinarcóticos los propósitos del Plan Colombia han quedado así en un impasse, resultado de la inconveniencia de privilegiar a la guerrilla como enemigo en circunstancias en las que el narcotráfico es la verdadera fuente del problema. Y en materia de seguridad, el Plan Patriota arriesga no lograr más que un desplazamiento de los contingentes de las Farc hacia otras zonas del país, haciéndolas menos vulnerables a los ataques del ejército.

El poder de las mafias - paramilitares y narcotraficantes A partir de 1997, se empieza a dar en Colombia un proceso de empoderamiento mafioso por medio del uso paramilitar de la guerra en diversas zonas del país, y su articulación con el narcotráfico. En medio de un reconocido contubernio para-narco de negocios ilícitos, se emprendió el proceso de desmovilización y reinserción de los paramilitares que significará la legalización y legitimación del poder y riqueza obtenidos por las vías ilegales. Nada garantiza que los paramilitares abandonen las actividades del narcotráfico. En las áreas que ellos controlan se sigue procesando droga que después es sacada al exterior.

Este empoderamiento de las mafias se está transformando en un reacomodamiento del poder en las diversas regiones de Colombia. La sociedad colombiana se ha convertido en una sociedad mafiosa en la que el comportamiento mafioso (definido como el dominio de lo privado sobre lo público en la que lo privado está protegido por modelos de seguridad propios) se expresa en amplias regiones. El poder de las mafias se ha ido institucionalizando con el acceso a puestos políticos. Ahora son alcaldes, gobernadores, parlamentarios, respaldados por el dominio económico que ejercen a través de la tierra (son terratenientes y ganaderos) y el control del comercio. La inserción de la economía ilícita en la globalización ilegal les ha permitido a las mafias fortalecerse en sus regiones, introduciéndole de paso al conflicto interno colombiano nuevas características.

La simbiosis que ha alcanzado el conflicto armado y la economía de las drogas es un indicativo de la creciente pérdida de la soberanía del poder central. Fueron las drogas las que se metieron en el conflicto, no al revés. En Colombia, la resolución del conflicto pasa por la resolución del narcotráfico. Mientras haya narcotráfico habrá conflicto. Al mismo tiempo, mientras no se fortalezca la institucionalidad pública y la gestión administrativa, no habrá propuesta de paz que se sustente.

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