El papel del cultivo ilícito de drogas en relación con estas fuentes de perturbación ambiental es un terreno inexplorado. Sin embargo, como se sostendrá en el presente informe, las drogas, al igual que las respuestas políticas a ellas, son una cuestión ambiental. Esta desconexión entre las políticas de drogas y medio ambiente es en gran medida consecuencia de limitar la cuestión de las drogas al ámbito del delito y la aplicación de la ley, sin que se amplíe su alcance a otras esferas relacionadas con el medio ambiente o el desarrollo sostenible. Las referencias al medio ambiente en las políticas de drogas siguen siendo aisladas y de alcance limitado
Esa situación está cambiando lentamente. Una resolución sobre el desarrollo alternativo adoptada en marzo de este año por la Comisión de Estupefacientes –el principal órgano de elaboración de políticas de drogas del sistema de las Naciones Unidas– dedicó atención especial a la protección del medio ambiente al alentar a los «Estados Miembros a que, en el marco de las actividades de desarrollo alternativo, examinen y hagan frente a los efectos dañinos en el medio ambiente del cultivo ilícito de plantas utilizadas para la producción de estupefacientes, que puede causar deforestación y contaminar el suelo y el agua, y aprovechen las oportunidades que ofrece el desarrollo alternativo con respecto a la conservación y la utilización sostenible del medio ambiente y la protección de la biodiversidad»6. El Informe Mundial de Drogas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito de 2022 incluirá por primera vez un manual especial sobre el vínculo entre las drogas ilícitas y el medio ambiente. Esto ocurre después de que la Dirección contra los Estupefacientes con sede en Viena ha organizado en los últimos años un creciente número de eventos paralelos oficiales sobre el tema de drogas y medio ambiente.
El presente informe, que se basa en investigación, trabajo de campo, entrevistas originales y una amplia revisión de literatura del TNI, procura aportar a este debate cada vez más importante de las siguientes formas:
- Examinar el nexo entre las drogas y el medio ambiente en relación con las trayectorias del cambio agrario y las repercusiones para la clase trabajadora rural, especialmente en el Sur global. Se reconoce que los que actualmente se consideran cultivos ilícitos en virtud del sistema de fiscalización internacional de drogas, a menudo tienen una larga historia de cultivo y uso tradicional por las comunidades rurales y los pueblos indígenas de todo el mundo. Además de los usos tradicionales desde hace mucho tiempo, muchas comunidades dependen de cultivos ilícitos para sus actividades de producción económica y reproducción social. Al mismo tiempo, estas comunidades rurales suelen correr un mayor riesgo de pobreza, marginación, discriminación y criminalización, y son las menos representadas en los espacios de elaboración de políticas y adopción de decisiones que les afectan. Es así que elevar las voces y puntos de vista de estos productores de cultivos ilícitos (o productores de plantas prohibidas) y de las comunidades de las que forman parte es un objetivo fundamental del presente informe.
- Cuestionar las políticas de drogas y las respuestas en materia de desarrollo en relación con el nexo entre drogas y medio ambiente. De las campañas de erradicación de los tóxicos que rocían la tierra con químicos, a los intentos de prohibición, que desplazan los cultivos ilícitos a ecosistemas más frágiles, las políticas de fiscalización de drogas han sido responsables, directa o indirectamente, de una serie de daños ambientales graves. Además, los programas de sustitución de cultivos, que ignoran que para millones de campesinos, pequeños productores, poblaciones sin tierra y trabajadores migrantes los cultivos de drogas son el desarrollo alternativo a los sistemas de comercio e inversión de los cuales o bien son excluidos o a los que han sido incorporados con resultados negativos, terminarán fracasando.
- Proporcionar materiales académicos y literatura del ámbito de la ecología política y los estudios agrarios críticos, entre otros, y aplicarlos al tema de las drogas y el medio ambiente para estimular un mayor intercambio entre estas dos esferas de investigación que, hasta hace poco, estaban separadas. Las drogas son un tema ambiental. Al defender este argumento, se espera que los responsables de la elaboración de políticas, los investigadores, las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos de ambos campos participen en un proceso de aprendizaje mutuo y de intercambio de conocimientos. A través de esta labor de trazar puentes, pueden confluir nuevas formas de solidaridad, activismo académico y cambio de políticas en torno a, por ejemplo, los movimientos por la justicia climática, la agroecología o los derechos campesinos e indígenas.