¿Transición hacia dónde? Los Estados árabes del Golfo y el nuevo eje ‘Este-Este’ del petróleo mundial

La compañía petrolera nacional de Arabia Saudita, Aramco, es la prueba de un importante cambio que se ha producido en el control del petróleo mundial en las últimas décadas: el ascenso aparentemente imparable de las compañías petroleras nacionales dirigidas por los gobiernos de Oriente Medio, China, Rusia y otros grandes Estados productores de petróleo del Sur Global. Colectivamente, estas empresas se han convertido en enormes corporaciones diversificadas que han superado a las grandes petroleras occidentales en indicadores clave, como la producción de petróleo, las reservas, la capitalización de mercado y las cantidades exportadas.

Este artículo analiza el papel y el peso de los seis Estados árabes del golfo Pérsico (Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahréin y Omán) en la industria petrolera mundial. Y como demuestran claramente las negociaciones sobre el clima de la COP27 y la COP28, a la expansión de la industria petrolera del Golfo se suma la posición cada vez más destacada de la región en las discusiones internacionales sobre el cambio climático.

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A transition to where The Gulf Arab states and the new ‘East-East’ axis of world oil_Illustration by Othman Selmi

Illustration by Othman Selmi

A principios de 2023, las mayores compañías privadas de petróleo y gas del planeta comenzaron a publicar sus resultados financieros para 2022. ExxonMobil fue la primera, que registró la mayor ganancia en la historia de la empresa con 55 700 millones de dólares. El segundo lugar fue para Shell, el conglomerado británico-neerlandés, que también alcanzó un hito histórico en sus 115 años de existencia, con ganancias de casi 44 000 millones de dólares, más del doble de lo que ganó en 2021. En total, las cinco principales petroleras occidentales, conocidas como las supermajors en inglés (ExxonMobil, Shell, Chevron, BP y TotalEnergies), declararon una ganancia combinada de 200 mil millones de dólares, unos asombrosos 23 millones de dólares por cada hora de 2022. Se calcula que ese mismo año, las diez mayores catástrofes relacionadas con el clima le habrían costado al mundo alrededor de 170 000 millones de dólares, incluidos los 30 000 millones de dólares por las devastadoras inundaciones en Pakistán en las que más de 1 700 personas murieron y más de siete millones fueron desplazadas.1 Aproximadamente la mitad de las ganancias de ExxonMobil en 2022 habrían cubierto los costos de la catástrofe en Pakistán fácilmente: los verdaderos ganadores y perdedores de la emergencia climática no podrían haberse demostrado de manera más impactante.

El 12 de marzo de 2023, sin embargo, estos récords de ganancias quedaron eclipsados con la publicación de otros resultados financieros: los de la empresa nacional de petróleo de Arabia Saudita, Saudi Aramco. Con poco más de 161 000 millones de dólares, el beneficio de Aramco en 2022 no solo superó los resultados combinados de Shell, BP, ExxonMobil y Chevron, sino que también fue la mayor ganancia registrada por una empresa en el mundo, en cualquier industria, en toda la historia. Los resultados de Aramco evidenciaron con fuerza el giro importante que tuvo el control del petróleo mundial en los últimos decenios: el aparentemente imparable ascenso de las empresas petroleras nacionales (EPN) dirigidas por Gobiernos en Oriente Medio, China, Rusia y otros grandes Estados productores de petróleo del Sur global. En conjunto, estas empresas se han convertido en enormes corporaciones diversificadas que superaron a las supermajors occidentales en cifras clave, incluyendo la producción de petróleo, reservas, capitalización del mercado y cantidades exportadas.

Las grandes empresas occidentales mantienen una fuerte presencia en los Estados Unidos, Canadá y Europa Occidental, pero su influencia internacional en general se vio considerablemente disminuida por el surgimiento de las EPN.

Ante estas realidades nuevas, el objetivo del presente artículo es examinar el papel y el peso específicos de los seis Estados árabes del golfo [Pérsico] (Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahréin y Omán) en la industria petrolera mundial. Como albergan varias de las mayores reservas del mundo, los Estados del Golfo han sido durante mucho tiempo los principales exportadores de petróleo y gas natural. Pero durante gran parte del siglo XX, la industria petrolera del Golfo estuvo controlada principalmente por empresas petroleras estadounidenses y europeas, que pagaban regalías y otros derechos a los monarcas gobernantes de la región a cambio del acceso al petróleo. Tras la nacionalización del petróleo en las décadas de 1970 y 1980, los Gobiernos del Golfo asumieron el control directo de la producción en el sector de la exploración, extracción y exportación del petróleo, mediante EPN como Saudi Aramco, Abu Dhabi National Oil Company y Kuwait Petroleum Corporation. Como ocurrió en la evolución anterior de la industria petrolera occidental, estas EPN del Golfo están presentes ahora en territorios lejanos de sus fronteras nacionales, participando en actividades que abarcan toda la cadena de valor del petróleo. Además, como demuestran claramente las negociaciones sobre el clima de la COP27 y la COP28, a la expansión de la industria petrolera del Golfo se suma la posición cada vez más destacada de la región en las discusiones internacionales sobre el cambio climático.

A continuación, el presente capítulo argumenta que el ascenso del Golfo debe entenderse a la luz de los importantes cambios que tuvieron lugar en el capitalismo mundial en los últimos 20 años. Desde principios de la década de 2000, la consolidación de China y Asia en general como centro geográfico de la producción mundial de productos básicos ha alterado la forma en que los combustibles fósiles y sus diversos productos circulan en la economía mundial. En este sentido, es clave un nuevo eje de hidrocarburos que conecta las reservas de petróleo y gas de Oriente Medio con las redes de producción de China y Asia.2 Este eje de hidrocarburos ‘Este-Este’ se ha asociado con el considerable aumento de los niveles de riqueza acumulados en el Golfo, donde los flujos de petrodólares tienen un gran impacto en las estructuras políticas y económicas de la zona y de Oriente Medio en general. Una serie de interdependencias se está desarrollando entre las élites empresariales y estatales en el Golfo y Asia, junto con este desplazamiento hacia el este de la industria petrolera. Estas no se limitan a la exportación de petróleo crudo, sino que se extienden a sectores del producto final, como la refinación y los productos petroquímicos. En resumen, este nuevo eje del petróleo mundial sirve para incorporar al Golfo al centro del «capitalismo fósil» contemporáneo.3

Los activistas climáticos deben prestar más atención a estos cambios en la industria petrolera mundial y al papel que desempeñan los Estados del Golfo. Las ganancias extraordinarias de Aramco y el eclipse relativo de las supermajors occidentales indican que un obstáculo de peso para acabar con la dependencia mundial de los combustibles fósiles se encuentra ahora fuera de los mercados centrales occidentales. El peligro de ignorar estas tendencias se manifiesta en los planes expresos que tienen los Estados del Golfo de expandir en gran medida la producción de petróleo y gas en la próxima década, mediante una serie de lo que se han llamado «bombas de carbono»,4 mientras que en forma simultánea aprovechan las oportunidades de mercado que presentan las nuevas tecnologías ‘bajas en carbono’ actualmente en desarrollo. En consecuencia, tanto en Oriente Medio como en el resto del planeta, el tenor de la ‘transición verde’ se determinará considerablemente por las acciones y políticas de estos Estados. Sin comprender los cambios en el control y la estructura de la industria petrolera, y sin elaborar estrategias eficaces al respecto, será imposible armar campañas que logren detener y revertir las consecuencias del cambio climático antropogénico.

Oil Rig_Image by Terry McGraw_Pixabay

Oil Rig_Terry McGraw_Pixabay

De las Siete Hermanas a la OPEP

Si bien no fue hasta la década de 1950 que el petróleo desplazó al carbón como principal combustible fósil del mundo, las primeras décadas del siglo XX fueron cruciales para configurar la estructura posterior de la industria.5 En el lapso de aproximadamente 70 años que abarca desde 1870 hasta la víspera de la Segunda Guerra Mundial, surgió un puñado de grandes compañías petroleras en los Estados Unidos y Europa Occidental. Más que en cualquier otra industria similar, estas empresas se caracterizaron por su grado extremo de integración vertical, por la cual el petróleo crudo se transfería internamente en la misma empresa para su refinamiento y venta. La integración vertical permitió a las empresas más grandes presionar a sus competidores y desplazar las actividades lucrativas hacia abajo en la cadena de valor, según las fluctuaciones de precios y la demanda del mercado.6 Expandiéndose rápidamente más allá de sus mercados nacionales, estas empresas de integración vertical llegaron a controlar una red densamente entrelazada de yacimientos petrolíferos e infraestructura circulatoria que se extendía por todo el planeta. A mediados del siglo XX, apenas siete de estas empresas dominaban prácticamente toda la producción y el comercio mundial del petróleo.7 Sus rivales industriales las apodaron las ‘Siete Hermanas’ en la década de 1950, y las principales empresas petroleras que hoy siguen ocupando el centro de los debates internacionales sobre el uso de la energía y la transición climática, como ExxonMobil, Chevron, BP, Royal Dutch Shell y otras, son sus descendientes directas.8

Estas siete empresas occidentales se mantuvieron como la fuerza dominante de la industria petrolera mundial hasta bien entrada la década de 1970, pero no estaban equilibradas de manera igualitaria entre sí. A pesar de la considerable presencia internacional de importantes actores europeos, como Royal Dutch Shell (Reino Unido-Países Bajos) y BP (Reino Unido), la industria gradualmente se inclinó hacia un panorama más centrado en los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX. Uno de los motivos fue la presencia de grandes reservas de petróleo en el territorio estadounidense, lo que consolidó al país como centro de la producción y el consumo mundiales de crudo durante gran parte del siglo.9 Además, las empresas petroleras estadounidenses ocupaban una posición dominante en los grandes Estados productores de petróleo de América Latina, como Venezuela. La fortaleza internacional de estas gigantes petroleras estadounidenses reflejaba la consolidación en general del poder de los Estados Unidos en este período, ya que el capitalismo mundial, impulsado por el petróleo, se volvía cada vez más sinónimo del capitalismo centrado en ese país.

Tras la Segunda Guerra Mundial, las compañías petroleras estadounidenses finalmente lograron ingresar a las principales zonas de Oriente Medio ricas en petróleo, acabando con el dominio previo de las empresas europeas. No obstante, los florecientes movimientos anticoloniales y nacionalistas radicales en los principales Estados productores de petróleo en Oriente Medio y América Latina comenzaron a trastocar el control que las empresas petroleras occidentales tenían sobre la producción, la refinación, los oleoductos y los precios del petróleo.10 Estos movimientos finalmente culminaron en la formación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en 1960, integrada en sus inicios por Arabia Saudita, Venezuela, Irak, Irán y Kuwait. En ese momento, los cinco países que conformaban la OPEP producían alrededor de 37 por ciento del crudo mundial y la mayor parte del petróleo fuera de Estados Unidos. La membresía de la organización continuó expandiéndose durante la década siguiente. En la actualidad, la mayoría de los principales productores de petróleo (con las notables excepciones de Estados Unidos, Rusia y Canadá) son miembros de la OPEP.

Con la creación de la OPEP, los Gobiernos de Oriente Medio y América Latina nacionalizaron gradualmente sus recursos petroleros, y las compañías petroleras estatales tomaron el control de gran parte de la exploración y producción del crudo fuera de Estados Unidos. Las mayores empresas occidentales mantuvieron su dominio en la refinación y comercialización del petróleo, pero tuvieron que lidiar cada vez más con poderosas EPN no occidentales de los principales Estados productores de petróleo en los sectores de exploración y extracción. Un punto clave es que las empresas occidentales perdieron gradualmente la capacidad de fijar el precio del petróleo, que subió drásticamente en 1973-1974 y nuevamente en 1978-1980. El aumento de los precios del petróleo, junto con los cambios en la estructura de la propiedad de la industria petrolera, incrementó enormemente los excedentes financieros (posteriormente denominados ‘petrodólares’) que fluían hacia los Estados productores de petróleo, especialmente los del Golfo.11 A finales de la década de 1970, las empresas occidentales poseían menos de un tercio del crudo ubicado fuera de los Estados Unidos.

Como reflejo de las presiones por la competencia de la OPEP y el descenso de los precios del petróleo a partir de mediados de la década de 1980, comenzó a surgir una fuerte ola de consolidación empresarial entre las compañías petroleras occidentales. El ejemplo más importante fue la fusión de las dos gigantes petroleras estadounidenses Exxon y Mobil en 1999, con la creación de Exxon-Mobil, la mayor compañía privada del mundo.12 En su momento fue la mayor fusión industrial de la historia, superando la adquisición de la firma petrolera estadounidense Amoco por parte de BP en 1998, que había ostentado ese récord previamente. Otras consolidaciones empresariales importantes por entonces fueron la adquisición de Texaco por parte de Chevron en 2001 y la fusión de Conoco Inc. y Phillips Petroleum Company para crear ConocoPhillips en 2002. Fuera de los Estados Unidos, la gran empresa petrolera francesa Total se fusionó con Petrofina en 1999 y luego adquirió Elf Aquitaine para crear Total SA (ahora conocida como TotalEnergies). El resultado neto de estas fusiones fue la reconfiguración de la industria petrolera occidental en torno a un puñado de empresas que son las que dominan en la actualidad: ExxonMobil (Estados Unidos), BP (Reino Unido), Royal Dutch Shell (Reino Unido-Países Bajos), Chevron (Estados Unidos), Eni (Italia), TotalEnergies (Francia) y ConocoPhillips (Estados Unidos).

Esta ola de consolidación industrial vino acompañada de otros cambios importantes en el funcionamiento de las compañías petroleras occidentales. Las mayores empresas privadas del mundo, las supermajors petroleras, estaban profundamente involucradas en el giro hacia el capitalismo financiero que sucedió durante las décadas de 1980 y 1990, especialmente en los mercados financieros de los Estados Unidos. Cabe destacar su creciente énfasis en la recompra de acciones y la priorización de los pagos de dividendos a los accionistas, una característica de las compañías petroleras occidentales que perdura hasta el día de hoy.13 Debido al acceso reducido a los yacimientos petroleros convencionales en tierra (ahora controlados por las principales EPN no occidentales), las principales petroleras occidentales se orientaron hacia la producción de petróleo con riesgo para el medio ambiente y tecnológicamente intensiva en zonas donde la extracción era difícil (por ejemplo, la perforación en aguas profundas y la fracturación hidráulica o fracking para obtener petróleo de esquisto) y continuaron enfocándose en las actividades de refinación y comercialización, especialmente en la producción de petroquímicos. Varias de las supermajors occidentales también buscaron proyectarse como ‘empresas de energía’, y en su imagen corporativa incluso comenzaron a distanciarse (de manera engañosa) del petróleo.14

China, el petróleo mundial y la economía política del Golfo

A finales de la década de 1990, estas características estructurales de la industria petrolera se vieron profundamente sacudidas por la apertura de China a la economía mundial y su posterior ubicación en el centro de la manufactura mundial. Alimentada por flujos de capital extranjero que buscaban aprovechar las enormes reservas de mano de obra barata del país, el surgimiento de China como el «taller del mundo» generó un auge en la demanda mundial de energía, y el consumo anual de petróleo en el planeta aumentó cerca de 30 por ciento entre 2000 y 2019.15 En 2000, China generaba apenas el seis por ciento de la demanda mundial de petróleo; para 2019, el país consumía aproximadamente el 14 por ciento del petróleo mundial, una cifra solo superada por los Estados Unidos. Dado que las zonas manufactureras de China están ubicadas en el centro de una red de producción regional más amplia, la demanda de petróleo y otras materias primas creció considerablemente en toda Asia. En 2019, el consumo de petróleo en Asia ascendía a cerca de un tercio del total mundial, más que el de Europa, Rusia, África y América Central y del Sur combinados.16

Aunque China es uno de los mayores productores de petróleo del planeta –ocupaba el quinto lugar en 2010–, sus considerables reservas no alcanzan para satisfacer la creciente demanda del país. En consecuencia, el ascenso chino no solo impulsó el crecimiento del consumo mundial de petróleo, sino que también tuvo un impacto considerable en el volumen y el rumbo del comercio internacional del petróleo. Dependiente por completo de la importación de petróleo para complementar las reservas nacionales, la nueva posición de China en la economía global desvió las exportaciones de petróleo de Occidente hacia Oriente. En 2019, alrededor del 45 por ciento de las exportaciones de petróleo del mundo se dirigían a Asia, y más de la mitad estaban destinadas exclusivamente a China.17 La mayor parte de ese petróleo tiene su origen en Oriente Medio, siendo los Estados del Golfo e Irak los principales proveedores de aproximadamente la mitad de las importaciones chinas de petróleo en 2020 (en 2001 solo ascendían a un tercio del total).18 Una vez más, la demanda de petróleo de Oriente Medio fue una tendencia paneuropea, ya que cerca del 70 por ciento de las exportaciones de petróleo crudo de Oriente Medio (principalmente del Golfo) tienen como destino actual a Asia.

El gran crecimiento del consumo de petróleo en China, y en Asia en general, tuvo un papel sustancial en el incremento de los precios globales del petróleo durante las dos primeras décadas del nuevo milenio (aunque ese no fue el único motivo del aumento de los precios).19 De un promedio mensual de 25 dólares el barril en enero de 2000, los precios globales del petróleo subieron de manera constante en los años posteriores, y finalmente alcanzaron un máximo cercano a los 150 dólares el barril a mediados de 2008. Una breve caída brusca tuvo lugar tras el derrumbe económico mundial de 2008, pero los precios retomaron su tendencia alcista en enero de 2009, fluctuando alrededor de los 100 dólares el barril durante la mayor parte del período entre 2011 y mediados de 2014.20 Es importante destacar que, en este período, el petróleo estaba el centro de un auge general de los precios de las materias primas internacionales, incluidos los metales, los alimentos y los fertilizantes. Al igual que durante las crisis del petróleo de la década de 1970, este aumento de precios tuvo consecuencias muy negativas para los países más pobres que dependen de la importación de alimentos y energía.

Para los Estados productores de petróleo, sin embargo, este período de casi 14 años de exportaciones y precios en constante crecimiento fue un inmenso beneficio.21 A los Estados del Golfo en particular, el aumento de los precios les generó billones de dólares de capital excedente para la región: un auge de petrodólares que transformó al Golfo en uno de los «nuevos poderosos» del mundo, según la firma consultora internacional McKinsey.22 Pero estos excedentes de capital no permanecieron únicamente en manos de los Gobiernos de los Estados del Golfo. Como ha sido históricamente el caso, gran parte de esta riqueza nueva se canalizó hacia el sector privado del Golfo, lo que contribuyó a reforzar la acumulación de los grandes conglomerados capitalistas que dominan la economía política de la región.23 Esto ocurrió a través de distintos mecanismos, como la adjudicación de lucrativos contratos públicos para la construcción y el desarrollo inmobiliario, el fomento de empresas mixtas y asociaciones entre empresas privadas y públicas, y los generosos préstamos que los bancos estatales otorgaron a grandes empresas privadas. Además, los mercados de valores del Golfo se convirtieron en una vía importante para la acumulación de capital nacional, ya que las acciones de las grandes empresas estatales cotizaban parcialmente en esos mercados, lo que permitió a los ciudadanos adinerados acceder a una parte de los ingresos obtenidos por estas firmas. El ejemplo más notable fue la histórica cotización del 1,5 por ciento de Saudi Aramco en la bolsa de Riad en 2019. Propuesta por el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman en 2016, esta fue la mayor oferta de acciones de la historia. Como el valor de la empresa se cotizó en poco menos de dos billones de dólares, Aramco superó a Apple para convertirse en la empresa más valiosa del planeta.

Los petrodólares del Golfo también se abrieron paso hacia los mercados internacionales. En el pasado, el excedente de capital del Golfo se había invertido principalmente en América del Norte y Europa Occidental, desempeñando un papel fundamental en el desarrollo de la arquitectura financiera global. Durante el auge petrolero del nuevo milenio, los Estados occidentales siguieron siendo un destino importante de las inversiones del Golfo, pero una parte cada vez mayor de la riqueza pública y privada del Golfo también se dirigió a los países árabes vecinos, atraída por las oportunidades de inversión que surgieron tras la adopción, a principios de la década de 2000, de paquetes de ajuste estructural por muchos Gobiernos de la región.24 Esta internacionalización del capital del Golfo otorgó a los conglomerados estatales y privados con sede en el Golfo una posición dominante en sectores económicos clave en todo Oriente Medio, incluidos bienes raíces y construcción, logística, banca y finanzas, agroindustria, venta al por menor e infraestructura.25

En estos sentidos, el voraz apetito energético de Asia estuvo íntimamente ligado al surgimiento de una economía regional en Oriente Medio centrada en el ritmo de acumulación de capital en el Golfo.

Refinación y petroquímicos

Cuando se piensa en estos cambios geográficos en el comercio mundial de petróleo, resulta esencial reconocer que el crudo es una materia prima que tenía poco uso práctico, antes de su transformación en varios tipos de combustibles líquidos o materias primas. Por esta razón, al trazar los patrones de control que surgen en el petróleo, es fundamental considerar el segmento de refinación y comercialización de la industria petrolera, en particular, la etapa de refinación, que es de suma importancia. Durante la mayor parte del siglo XX, este segmento estaba casi completamente controlado por las mayores compañías occidentales; de hecho, fue mediante ese control que estas empresas lograron mantener su dominio global tras la nacionalización de las reservas de crudo por parte de los países de la OPEP en la década de 1970. La propiedad de las refinerías del planeta estaba concentrada en un número muy reducido de compañías, lideradas por las supermajors occidentales. En 1999, por ejemplo, apenas 15 empresas controlaban cerca de 40 por ciento de la capacidad de refinación del mundo, y Royal Dutch Shell, Exxon y BP-Amoco ocupaban tres de los cuatro primeros lugares.26 En la actualidad, ese largo predominio de la refinación por empresas occidentales se ha erosionado considerablemente. Cerca de la mitad de las 15 principales compañías del mundo son ahora EPN, y el primer, segundo y cuarto lugar lo ocupan empresas chinas y sauditas (Sinopec, China National Petroleum Corporation y Saudi Aramco). Solo ExxonMobil permanece entre las cuatro principales refinerías del mundo. La concentración geográfica de la refinación también cambió, reflejando la orientación hacia el este de las exportaciones de crudo. A principios de la década de 1990, casi la mitad de la capacidad de refinación del mundo estaba ubicada en América del Norte y Europa, pero ahora esa cifra cayó a aproximadamente un tercio. En contraste, la capacidad de refinación asiática se triplicó entre 1992 y 2020, y el número absoluto de refinerías de petróleo en la región creció más de 2,5 veces. En 2020, la capacidad de refinación de Asia alcanzó el 37 por ciento del total mundial, más que América del Norte y Europa combinadas.

La única otra región del mundo cuya participación en la capacidad mundial de refinación ha crecido es Oriente Medio, donde la capacidad absoluta se duplicó con creces entre 1992 y 2020, y que ahora posee el 10 por ciento de la capacidad mundial de refinación. Sorprendentemente, dos tercios de las refinerías de petróleo construidas en los últimos cinco años y más del 80 por ciento de aquellas en vía de construcción se encuentran en Oriente Medio y Asia.27 Como sucede con las exportaciones de crudo, el crecimiento de la refinación en Oriente Medio y Asia está estrechamente vinculado a las redes de producción en China y la región de Asia en general. El crudo se extrae en Oriente Medio y se exporta a China u otro país asiático para su refinación, o se extrae y se refina en Oriente Medio y luego se exporta a Asia. De esta manera, los combustibles y productos químicos refinados que se producen a partir del petróleo de Oriente Medio ingresan a las cadenas de producción asiáticas, donde se transforman en productos que se consumen en todo el mundo. En este eje, el proceso de refinación está dominado por grandes EPN radicadas en Oriente Medio, China y la región de Asia en general, mientras que las empresas occidentales tienen una posición relativamente marginal.

Una parte crucial de estas redes de producción asiáticas son los productos petroquímicos, que constituyen el insumo básico de los plásticos y otros materiales sintéticos.28 Con el crecimiento del predominio manufacturero chino, el consumo de productos petroquímicos en el país se catapultó, y gran parte de la demanda se satisface mediante plantas petroquímicas ubicadas en el Golfo. Se destaca el etileno, que suele describirse como «el producto químico más importante del mundo», esencial para la fabricación de envases, materiales de construcción y repuestos de automóviles.29 Entre 2008 y 2017, la capacidad de producción de etileno del Golfo creció del 11,5 por ciento al 19 por ciento del total mundial. En este período, el Golfo pasó de ser el cuarto productor mundial de etileno a ocupar el segundo lugar, detrás de América del Norte (cuya capacidad cayó del 27 al 21 por ciento).30 Este producto químico vital se fabrica en enormes refinerías integradas y complejos petroquímicos de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y otros Estados del Golfo, para luego ser exportado hacia el este; de hecho, casi la mitad de las importaciones de etileno de China provienen ahora de Oriente Medio. El surgimiento de China como «el taller del mundo» no habría sido posible sin estas corrientes de productos químicos refinados de Oriente Medio a Asia.

Estas tendencias han colocado a las empresas del Golfo en el centro de la industria petroquímica mundial. La más importante es la Saudi Basic Industries Corporation (SABIC), que ahora ocupa el cuarto lugar en ventas entre las mayores empresas químicas del mundo (en el año 2000 ocupaba el puesto 29).31 SABIC fue fundada por decreto real de Arabia Saudita en 1976, con la meta de utilizar el crudo y el gas del país para fabricar productos químicos básicos destinados a diversas industrias, incluyendo automóviles, agricultura, construcción y envases. A principios de la década de 2000, la empresa comenzó a crecer internacionalmente con inversiones en Europa y Estados Unidos. Un hito importante fue la adquisición de la división de plásticos de la empresa estadounidense General Electric en 2007, que le permitió dar pasos sustanciales en la producción avanzada de productos petroquímicos. Desde entonces, SABIC continúa expandiéndose y ahora opera en más de 50 países.

Durante la mayor parte de su historia, SABIC era propiedad del Estado saudita en un 70 por ciento, y el 30 por ciento restante cotizaba en la bolsa de valores de ese país. Sin embargo, en 2020 Aramco adquirió la parte de SABIC que le correspondía al Estado, en lo que fue una notable reestructuración de la industria petrolera saudita que reveló el fuerte impulso hacia la integración vertical en el Golfo. De manera similar, las principales empresas petroquímicas de Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Qatar y Omán son todas subsidiarias de EPN estatales. Estas empresas petroquímicas estatales tienen fuertes lazos con conglomerados privados del Golfo a través de empresas mixtas y asociaciones estratégicas, así como la cotización parcial de empresas como SABIC en los mercados de valores del Golfo.32 De esta manera, el sector petroquímico es otra vía importante para la acumulación de riqueza privada en el Golfo.

Pumpjack_Photo by Simon J_Pixabay

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Nuevas interdependencias «Este-Este»

Estos patrones confirman las fuertes interdependencias que surgen entre Oriente Medio (especialmente la región del Golfo) y Asia (especialmente China) en el sector del petróleo. Pero esto abarca mucho más que la simple exportación de crudo de Oriente Medio a Asia; más bien, es un proceso que implica un considerable aumento en las inversiones interregionales entre ambas regiones. Estas inversiones provienen tanto de las EPN del Golfo y Asia como de los principales conglomerados de propiedad privada ubicados en ambas regiones. Con estos movimientos de capital se genera una profunda interconexión de todos los pasos en la cadena de valor del petróleo: refinación, producción petroquímica y circulación posterior de productos petroleros hacia el consumidor. Así, los intereses vinculados a los hidrocarburos del Golfo están integrados en las redes de producción asiáticas, y viceversa. En el plano político, estas conexiones también se acompañan del desarrollo de lazos mucho más fuertes entre las dos regiones, reflejados en una serie de acuerdos bilaterales recientes, visitas gubernamentales de alto nivel y diversas iniciativas diplomáticas.

Para tener una imagen más clara de estos movimientos de capital y lo que implican, es esencial analizar todos los aspectos del circuito de los hidrocarburos: exploración, extracción, refinación y comercialización, y actividades como transporte, perforación, almacenamiento y tendido de oleoductos. Entre 2012 y 2021, China realizó inversiones por más de 76 000 millones de dólares en todo el mundo en actividades relacionadas con el petróleo.33 La primera fase de estas inversiones chinas (2012-2016) se cumplió tras el anuncio de la Iniciativa de la Franja y la Ruta y se centró principalmente en América del Norte, Europa Occidental y Rusia/Asia Central. Sin embargo, a partir de 2016, las inversiones chinas en el extranjero relacionadas con el petróleo sufrieron un cambio de rumbo importante. Entre 2017 y 2021, más del 30 por ciento de estas inversiones chinas se destinaron a Oriente Medio, más que a cualquier otra región, lo que quintuplicó su inversión en Oriente Medio en comparación con el período 2012-2016.

Esta inversión otorgó a las empresas chinas un papel destacado en las industrias derivadas del petróleo en todo Oriente Medio. En Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, las empresas chinas son socias principales de la estatal Abu Dhabi National Oil Company (ADNOC) y tienen importantes intereses en yacimientos petroleros en tierra y en alta mar. En Irak, una empresa china de propiedad privada opera uno de los mayores yacimientos de petróleo del mundo, el «supergigante» Majnoon. En Kuwait, una subsidiaria de la empresa petrolera china Sinopec se convirtió en la mayor contratista de perforación de petróleo, controlando el 45 por ciento de los contratos de perforación en el país. El mayor negocio que involucra a China en el sector petrolero de Oriente Medio se concretó en 2021: se trata de la inversión china en una empresa mixta multinacional que tiene una participación del 49 por ciento en Aramco Oil Pipelines Co., una empresa que tendrá derecho a recibir pagos de aranceles durante 25 años por el transporte de petróleo a través de la red de oleoductos de crudo de Aramco en Arabia Saudita.

A la vez que se produce esta corriente de inversión china en Oriente Medio, los Estados del Golfo se han convertido en la principal presencia extranjera en el sector petrolero chino, a través de numerosas empresas mixtas con entidades chinas. Estos proyectos tienen como objetivo asegurar una cuota de mercado para las exportaciones de crudo del Golfo e incluyen refinerías, plantas petroquímicas, infraestructura de transporte y redes de comercialización de combustibles. Un ejemplo importante es el Complejo Integrado de Refinería y Petroquímica Sino-Kuwait, una empresa mixta por partes iguales entre Sinopec y la Kuwait Petroleum Corporation, que es la mayor empresa mixta de refinería en China e incorpora en su interior el mayor puerto petroquímico del país (completado en mayo de 2020). Tanto la refinería como el puerto se consideran componentes integrales de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que permite a China importar crudo del Golfo para producir combustibles y otros productos químicos básicos que luego se exportan a países asiáticos vecinos. Por su parte, la importante presencia de Arabia Saudita en China es evidente a través de varias empresas mixtas entre Saudi Aramco y firmas chinas en el sector de la refinación y la petroquímica, así como una red de más de mil estaciones de servicio en la provincia de Fujian, que fue la primera empresa mixta de venta de combustibles a nivel de provincia en el país. Estas asociaciones conciernen tanto a las EPN chinas, como es el caso de Sinopec, como a las principales empresas privadas de refinación en China (que controlan cerca de 30 por ciento de los volúmenes de refinación de crudo del país). Qatar también es un destacado inversor del Golfo en el sector energético chino, dedicándose especialmente a conseguir mercados para sus exportaciones de gas natural licuado.

Esta expansión de la industria de hidrocarburos del Golfo en China forma parte de una participación más amplia de los Estados del Golfo en los sectores relacionados con el petróleo en otros países asiáticos. De hecho, entre 2012 y 2021, casi la mitad (en valor) de todas las inversiones extranjeras procedentes de fuera de Asia en recursos relacionados con el petróleo en Asia se originaron en el Golfo, incluyendo los cuatro mayores negocios de ese período.34 Con estas inversiones, las empresas del Golfo buscan expandir su producción de productos refinados del petróleo y productos químicos básicos en la propia Asia (utilizando materias primas crudas importadas desde el Golfo), que luego son distribuidos en Asia por las divisiones comerciales de las empresas del Golfo. Los principales objetivos en la región para la diversificación en refinación y comercialización de las empresas petroleras del Golfo son Corea del Sur, Singapur, Malasia y Japón. En estos cuatro países, cada uno de los cuales posee una capacidad industrial instalada que suele estar estrechamente relacionada con la acumulación de grupos capitalistas locales, las empresas del Golfo han adquirido en pleno o en parte compañías líderes y también emprendieron otros tipos de asociaciones, como empresas mixtas.

No sorprende que la principal empresa del Golfo en este aspecto sea Saudi Aramco, que tiene una destacada presencia en Estados clave de Asia. En 2015, por ejemplo, Saudi Aramco adquirió el control de la empresa sudcoreana S-Oil, que es la tercera compañía de refinación del país (posee aproximadamente una cuota de 25 por ciento del mercado) y opera la sexta mayor refinería del mundo (ubicada en Ulsan, Corea del Sur). Esta adquisición permitió a S-Oil expandir su capacidad petroquímica en Corea, y la empresa es ahora uno de los principales productores de diversos combustibles refinados y productos químicos básicos que la división comercial regional de Saudi Aramco (Aramco Trading Singapore) exporta luego a otros países asiáticos. También en Corea del Sur, Saudi Aramco se convirtió en la segunda mayor accionista de Hyundai Oilbank en 2019, tras la compra del 17 por ciento de las acciones de la compañía. Hyundai Oilbank es la cuarta compañía de refinación de Corea y es mayoritariamente propiedad del conglomerado industrial Hyundai. Actualmente, Saudi Aramco construye en Malasia una refinería y planta petroquímica que se proyecta como la mayor planta petroquímica de refinación y comercialización de Asia; el proyecto es una empresa mixta por partes iguales con la EPN malasia Petronas. En Japón, Saudi Aramco se convirtió en 2019 en la segunda accionista de Idemitsu Kosan, la segunda refinería del país, que controla aproximadamente un tercio del mercado nacional de productos petroleros a través de seis refinerías y una red de 6400 estaciones de servicio minoristas.

Cómo enfrentar la emergencia climática: tomar en serio a Oriente Medio

Dado que las EPN y otras empresas capitalistas del Golfo están cada vez más ubicadas directamente dentro de las redes de producción asiáticas, y no simplemente actuando como proveedoras de crudo, es necesario replantearse la forma de abordar las geografías de la industria internacional de los combustibles fósiles. No basta con dedicarse exclusivamente a la reducción del consumo directo de los combustibles fósiles o de las emisiones de carbono en los centros tradicionales de Occidente. La producción mundial de productos básicos, que incluye gran parte de lo que finalmente se consume en América del Norte y Europa Occidental, sigue fundamentada en un eje de capitalismo fósil que vincula a los yacimientos petrolíferos, las refinerías y las fábricas de Oriente Medio y Asia. Las profundas interdependencias establecidas a lo largo de este eje son un componente importante de la acumulación de capital en ambas regiones y contribuyen al poder de las élites estatales y empresariales. Desde una perspectiva ecológica, estas interdependencias «Este-Este» sirven para reinsertar los combustibles fósiles en el centro de las cadenas de producción globales, siendo una barrera considerable para toda transición verde.

Estos cambios internacionales explican por qué los Estados del Golfo no tienen la intención de reducir su producción de combustibles fósiles a corto plazo. Más bien, como Estados capitalistas, sus intereses estratégicos radican en que el planeta siga funcionando con petróleo durante el mayor tiempo posible. El ministro de Energía saudita, el príncipe Abdulaziz bin Salman, expresó claramente este punto de vista en 2021 y prometió que «cada molécula de hidrocarburo será extraída», con el plan de aumentar la capacidad de producción petrolera del reino en más de 8 por ciento para 2027, alcanzando los 13 millones de barriles diarios.35 Con este objetivo en mente, Saudi Aramco ha invertido más en la expansión de yacimientos petrolíferos en 2022 que cualquier otra empresa del planeta. Estas medidas llevaron al diario Financial Times a señalar que Aramco «está redoblando la apuesta» por el petróleo, aspirando a ser «la última gran petrolera en pie» y «apostando a que podrá seguir haciendo lo que mejor sabe hacer: bombear petróleo durante décadas y adquirir aún más poder de mercado mientras otros productores reducen su producción».36 Todos los Estados ricos en hidrocarburos del Golfo han señalado su intención de seguir el mismo rumbo.

Sin embargo, eso no significa que las monarquías del Golfo nieguen la realidad del cambio climático o se mantengan al margen de la carrera mundial hacia las nuevas tecnologías ‘verdes’. De hecho, todo lo contrario. Todas las principales EPN del Golfo manifestaron su apoyo a los objetivos del Acuerdo de París y respaldaron los compromisos de sus países de lograr emisiones netas de cero.37 También realizan enormes inversiones en hidrógeno, captura de carbono y energía solar, con la meta expresa de convertirse en líderes mundiales en estas tecnologías (véase el capítulo de Christian Henderson en este libro). Más visiblemente, los Estados del Golfo han tomado una posición destacada en foros regionales e internacionales, como la COP27 y la COP28. En la reunión de la COP27 celebrada en Egipto en 2022, por ejemplo, el mayor pabellón nacional fue el de Arabia Saudita, seguido por los de Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Bahréin. Con 1008 metros cuadrados, el pabellón saudita medía exactamente el doble que el pabellón que albergaba a todo el continente africano, una parte del mundo que está directamente amenazada por los efectos del cambio climático. La COP28 se llevará a cabo en Emiratos Árabes Unidos.

Todo esto demuestra que los Estados del Golfo no ven contradicción alguna entre la adopción de ‘soluciones bajas en carbono’ y tomar el camino de acelerar la producción de combustibles fósiles. Es importante destacar, sin embargo, que no se trata simplemente de un ejercicio retórico de ecoblanqueo: en gran medida, la expansión del sector de las energías renovables es un paso necesario para que los Estados del Golfo puedan vender más petróleo y gas. Como tienen niveles muy altos de consumo de energía dentro de sus países, sustituir el petróleo y el gas que se consume localmente con fuentes de energía alternativas significa que tendrán más combustibles fósiles disponibles para la exportación. De hecho, este razonamiento es el fundamento expreso del plan de Arabia Saudita de generar la mitad de la electricidad del país a partir de fuentes renovables para 2030 (lo que sería más rápido que en la mayor parte del mundo, incluida la Unión Europea). Como lo expresó el príncipe Abdulaziz bin Salman, dicho vuelco hacia las energías renovables se vislumbra como una «situación de triple ganancia»: mayores exportaciones de petróleo, facturas de energía más baratas dentro del país y el prestigio de cumplir con las metas en materia de emisiones.38

Las tecnologías y la infraestructura energética asociadas con la transición verde también ofrecen oportunidades lucrativas a las empresas del Golfo, incluidas las EPN como Saudi Aramco. En diciembre de 2022, Arabia Saudita se convirtió en el primer país en enviar comercialmente un cargamento de ‘hidrógeno azul’ –destinado a Corea del Sur, lo que plantea la posibilidad de que el eje Este-Este del petróleo mundial pronto dé un giro hacia las energías renovables–.39 Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Omán y Kuwait prevén la construcción de enormes plantas de hidrógeno en sus territorios, lo que convertirá a la región en uno de los mayores productores de hidrógeno del mundo.40 De manera similar, la captura de carbono y la energía solar reciben importantes inversiones de los Gobiernos del Golfo (de nuevo, muchas veces canalizadas a través de las EPN). Las principales empresas de energía renovable de Oriente Medio, como Masdar (Emiratos Árabes Unidos), ACWA Power (Arabia Saudita) y Nebras Power (Qatar), están radicadas en el Golfo. Mediante estas empresas y su dominio en los mercados emergentes de energías renovables, el Golfo desempeñará un papel dominante en la configuración de la transición ‘verde’ en la región.

Al aparentar transformarse en protagonistas de la lucha contra el calentamiento climático, los Estados del Golfo ocultan el lugar central que le siguen otorgando al capitalismo fósil globalizado. Este es el verdadero objetivo de su liderazgo en las deliberaciones de la COP27 y la COP28; son un medio para guiar la reacción del mundo ante el cambio climático y resistir toda medida que implique alejarse del orden global centrado en el petróleo. Pero estas realidades también vinculan firmemente las luchas políticas de Oriente Medio a nuestro futuro planetario. Dado que las monarquías del Golfo lideran en materia de desigualdad extrema de riqueza y poder en la región, los movimientos populares que buscan desafiar a estos regímenes y alcanzar la justicia social y económica en toda la región deben entenderse como aliados fundamentales de las luchas ecológicas globales. Las estrategias frente a la crisis climática que ignoran al Golfo y la política de la región en general, concentrando sus críticas únicamente en los Gobiernos occidentales y la industria petrolera occidental, no solo están fuera de sintonía con las realidades del petróleo mundial, sino que resultan insuficientes frente a los enormes desafíos imperantes.

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