No es posible hablar de poder digital sin hacer referencia al poder financiero que está detrás de las plataformas. Este nuevo ángulo revela nuevas dependencias a medida que la marea macroeconómica en 2022 ha puesto mucha presión en las empresas tecnológicas. El aumento de las tasas de inflación ha provocado que los bancos centrales aumenten sus tasas de interés. Los inversores lo sintieron de inmediato y adoptaron un enfoque más conservador hacia las inversiones de alto riesgo.
Pero este no es motivo de regocijo. Si seguimos la cadena de inversores, la disminución de la inversión en tecnología tendrá efectos colaterales para la sociedad en general. Cuando el dinero era barato y los mercados estaban al alza, las empresas emergentes mantenían felices a los inversores de capital de riesgo. El aumento de los valores de la cartera de capital de riesgo implicó mejores ganancias para sus socios de responsabilidad limitada, los fondos jubilatorios, las empresas de seguros, las dotaciones, etcétera. Ello, en última instancia, aseguró la viabilidad de programas de contribución jubilatoria y planes de seguros definidos. Los inversores institucionales asignan tan solo un pequeño porcentaje de sus carteras a clases de activos riesgosos y no se verán afectados drásticamente por la desaceleración en el sector tecnológico. No obstante, cabe señalar que nuestras decisiones cotidianas están vinculadas con las altas finanzas.
Aunque el capital de riesgo es una forma de inversión extremadamente especulativa, las decisiones de inversión tienen efectos concretos en el presente. Hay sumas de dinero considerables vinculadas con empresas cuya existencia depende de gastar el dinero de inversores de capital de riesgo. Independientemente de las estrategias financieras sostenibles, las plataformas han perjudicado de forma permanente a los competidores y las industrias tradicionales. Las empresas de transporte como Uber son un ejemplo claro de ello, y lo mismo puede decirse de los efectos de las plataformas de alojamiento en las cadenas hoteleras (o los hoteles familiares), el efecto de las redes sociales en los periódicos y la perturbación provocada por las plataformas de streaming en las industrias musical y cinematográfica. En su ausencia, podríamos correr el riesgo de no tener acceso a servicios importantes.
Y más allá de la relación entre las plataformas y los consumidores, las plataformas también podrían depender unas de otras: al igual que muchas empresas emergentes son clientes de otras, la quiebra de una de ellas puede tener consecuencias sistémicas (Wigglesworth, 2021). Los intercambios de criptomonedas son un ejemplo de ello. Un ejemplo extremo es lo que el Financial Times denominó el “complejo financiero Tesla” en referencia a su impacto desproporcionado en el mercado de valores (Greenfield, 2019). Ello describe una “red vasta e interrelacionada de vehículos dependientes de la inversión, simuladores empresariales y un gran mercado de productos derivados de una amplitud, profundidad e hiperactividad sin parangón”.
La conclusión es que si queremos desplataformizar y reducir el poder digital, primero debemos desfinanciarizar. El poder digital es el producto de un sistema financiero con características específicas. Sin embargo, disminuir la financiarización es una tarea mucho más difícil. Los cambios fiscales, monetarios y legales que han permitido la financiarización en términos más generales y han alentado flujos de dinero en la industria del capital de riesgo, más específicamente, están vinculados con el deseo más amplio de reactivar el crecimiento en economías estancadas. Limitar estos flujos haría necesario un sistema de crecimiento alternativo creíble. Entonces, ¿qué se puede hacer al respecto?
A pesar de que es un plan ambicioso, en el pasado ya se ha cuestionado el poder de los sistemas financieros establecidos. Más recientemente, y especialmente en relación con la catástrofe climática, el activismo se ha centrado mucho más en los actores financieros que la han provocado (Buller y Braun, 2021). Estudios realizados por activistas han revelado el modo en que las administradoras de activos como BlackRock, Vanguard y State Street acumularon poder mediante la concentración de acciones (Kruppa y Parkin, 2021). Tan solo BlackRock gestiona 10 billones de dólares. La empresa ha utilizado este dinero para comprar acciones en empresas que cotizan en la bolsa. Por ser accionistas importantes en empresas que abarcan toda la economía, las administradoras de activos como BlackRock han influido en el índice de mercado, al construir una cartera que sigue el rendimiento de grandes partes de la economía. Es decir, cuando el mercado está al alza, la cartera de BlackRock también lo está. Un efecto secundario de ello es que BlackRock como accionista tiene poder de decisión respecto de la gobernanza empresarial de un gran número de empresas. Se ha politizado cada vez más el modo en que se utiliza ese poder y para qué fines, ya que las campañas de activistas intentan coaccionar a las administradoras de activos para que asuman la responsabilidad que corresponde a su poder.
Cuestionar el capitalismo de las administradoras de activos es una vía de resistencia contra el sistema de inversiones impulsado por el capital de riesgo. Además de vigilar a los mercados públicos, se debe prestar más atención a lo que está ocurriendo en los mercados privados. Resulta interesante que algunos inversores de capital de riesgo han comenzado a imitar la estrategia de indexación de las grandes administradoras de activos. Por ejemplo, Tiger Global y Vision Fund de Softbank han adquirido acciones en un gran número de empresas privadas (Muoio, 2017). Debido a que los requisitos para la presentación de informes son más flexibles, es más difícil vigilar a los mercados privados. Sin embargo, un esfuerzo concertado para reunir la información disponible al público podría contribuir a conocer mejor el panorama de inversión.
Asimismo, es preciso saber qué inversores institucionales suministran capital al sector del capital de riesgo. Queda mucho por hacer para realizar un relevamiento de esas relaciones y dar seguimiento a la cadena de inversión de inversores institucionales a fondos de capital de riesgo o empresas emergentes. Algunos inversores institucionales poseen requisitos de presentación de informes públicos, lo cual podría ser una medida inicial que contribuiría a determinar el desempeño financiero real de los fondos de capital de riesgo.
En lugar de responder a las crisis existentes, centrarnos en los actores financieros de las grandes empresas tecnológicas nos permitirá prever los problemas que podrían surgir en el futuro. Si queremos saber qué ocurrirá, debemos analizar qué tipos de fondos están recaudando las empresas de capital de riesgo, cuál es su finalidad y qué empresas se incluyen en las carteras de los fondos de capital de riesgo más exitosos. Ello podría darnos una idea de qué sectores serán los próximos en afrontar presiones y cuáles, debido a su naturaleza, están a punto de experimentar una importante transformación. Por ejemplo, desde hace mucho tiempo se ha intentado que los servicios de oficina formen parte de un sistema laboral de plataforma. Prepararse para los efectos que ello tendría podría permitir a los trabajadores organizarse y prever problemas futuros.
El entorno macroeconómico en constante evolución promete un cambio, aunque es imposible determinar en este momento de qué tipo de cambio se trata. Para desafiar el poder digital hay que comenzar por cambiar el suministro de capital, y este se ve extremadamente afectado por el endurecimiento de la política monetaria. Si bien esto está fuera del control de los activistas, se pueden extraer lecciones históricas de situaciones similares. La molestia de Jack Dorsey por la trayectoria de web3 debería convertirse en el grito de batalla de los activistas. En el deseo de descentralización hay una añoranza de la Internet de los inicios, de restaurar las nobles ambiciones de la web 1.0, antes de la captura empresarial de la web 2.0. Ello tiene un potencial progresista. Entender los incentivos de las empresas de capital de riesgo y los socios limitados de los inversores institucionales puede allanar el camino para cuestionar el poder digital y hacerlo efectivo.